José Antonio Sobrado comenta la entrada de empoderamiento que trae el Diccionario panhispánico de dudas, derivado del neologismo inglés empowerment. A mi modo de de ver se trata de un término típico de la jerga de la "corrección política" dentro del océano del pensamiento progresista dominante. Se refiere al proceso por el que un grupo de presión adquiere más poder que el originario. Es evidente, por ejemplo, el "empoderamiento" de los grupos feministas, ecologistas, nacionalistas y sindicales en la España actual.
Agustín Fuentes sostiene que empowerment debería traducirse por "potenciación", en el sentido de procurar que los trabajadores tengan "más capacidad de desarrollar sus propios recursos y mejorar su productividad".
José Antonio Martínez Pons cuenta la historia de la concesión del Nobel a un químico que había trabajado en las "reacciones de oxidación reducción", que en la jerga técnica se denominan "red-ox". Un periodista español, con el diccionario en la mano, tradujo esa expresión como "buey rojo". Don José Antonio precisa que el antiguo plexiglás ha cedido a su equivalente de metacrilato, técnicamente polimetacrilato de metilo.
Francisco (Zaragoza) se pregunta si debemos decir "desarrollo sostenible" (como se dice en España) o "desarrollo sustentable" (como se prefiere decir en Argentina). Las dos formas me parecen inadecuadas. El asunto ha quedado debatido aquí suficientemente. La idea es que el desarrollo verdadero debe serlo sin que se agoten los recursos naturales o se destruya la naturaleza de tal modo que nuestros descendientes puedan seguir desarrollándose. Por tanto, aquí no hay que sostener ni sustentar nada. La dimensión temporal se asegura mejor con las expresiones "desarrollo duradero" o "desarrollo perdurable". O quizá habría que decir simplemente "desarrollo". Se entiende que puede serlo con mayores o menores costes. Seamos sinceros, en la práctica el "desarrollo sostenible" quiere decir que se tienen en cuenta las pretensiones de los ecologistas. No siempre son racionales ni aseguran el desarrollo para las próximas generaciones.
Gonzalo Díaz Granda acepta el adjetivo "serendipitoso".
El vocablo se popularizó en idioma inglés a raíz de la fábula de Walpole sobre el reino del Serendip, no sobre el príncipe Serendip. Serendip se llamó luego Ceilán y es la actual Sri Lanka. La palabra deriva del sánscrito y significaba originariamente "Isla de leones". Se dice serendipitoso a quien encuentra por chiripa algo muy importante. Se podría aplicar a Fleming, pero esto no empaña su gloria, ya que lo que a él le sucedió con sus cultivos es muy posible que le hubiera pasado a otros. Sólo a él se le ocurrió devanarse los sesos sobre el porqué.
Manuel Delgado Tenorio me envía una nota muy documentada sobre el extraño caso de los tornillos levógiros. Copio sus interesantes argumentos:
Leo hoy su columna de LD, como casi a diario, y me encuentro con una afirmación sorprendente: en el Reino Unido los tornillos se aprietan al revés que en el resto del mundo. Esto es falso, a todas luces. En todo el planeta, la inmensa mayoría de los tornillos se aprietan en el sentido de las agujas del reloj. Recordemos que, ahora, un producto fabricado en vaya-usted-a-saber-dónde puede acabar vendiéndose en vaya-usted-a-saber-qué-otro-sitio, así que una rosca estándar es algo muy útil.
Existe un gran número de "leyendas urbanas" acerca de este asunto, originadas en su mayoría por el hecho de que, efectivamente, hasta finales del XIX no existía estandarización alguna en lo que a los tornillos se refiere. Tanto en lo concerniente al sentido de giro como al grosor y al paso de rosca, existían distintas costumbres. En el Reino Unido, por ejemplo, eran habituales los tornillos levógiros, sobre todo en la náutica (la leyenda dice que para ponerle las cosas más difíciles al enemigo si capturaba sus barcos o sus herramientas). Algunas creencias fechan el paso de los británicos a los tornillos dextrógiros en el accidente del Titanic, mientras que otras los fechan en la Segunda Guerra Mundial. Ambos acontecimientos supusieron grandes avances en la ingeniería en general y, particularmente, en la normalización pero, incluso así, creo que todo se debe a un esfuerzo estandarizador ocurrido a lo largo de la primera mitad del siglo XX, más que a un evento concreto.
En la actualidad, existe un pequeñísimo número de tornillos que se enroscan "al revés", o sea, de forma levógira. Habitualmente, esto es así para impedir que la fuerza que se aplica sobre ellos en su uso común tienda a desenroscarlos. El más típico ejemplo es el pedal izquierdo de la bicicleta que, si se enroscase de forma "normal" al eje, se desenroscaría al pedalear. Un caso menos conocido es el de las roscas en la mayoría de las conexiones de gases inflamables que, para distinguirlas de otras no peligrosas, se enroscan de forma levógira.