Ora porque Rubert de Ventós ha puesto en el Preámbulo que Cataluña me viene siendo una unidad de destino en lo comarcal desde las Cortes de Cervera de 1359, y punto. Ora porque “lejos de nosotros la funesta manía de pensar”, fue el lema que los honrados “botiflers” de aquella villa eligieran para su Universidad en 1714. Ora porque Zapatero tampoco va para nota y se conforma con un cinco. Ora porque “això no toca”, que es lo que –por nuestro bien– siempre aconseja Pujol en estos casos. Ora porque correr a palos a los constitucionalistas cansa mucho y no deja tiempo para menudencias. Ora por vaya usted a saber qué. El caso es que ha llegado la hora de votar y en Casa Nostra a nadie le han revelado los privilegios que habrá de otorgarnos ese Fuero de los Catalanes que refrendaron ZP y el otro en La Moncloa.
Mas, sólo por regodearme con vuestro envidioso crepitar de dientes, pobres españolitos plurales del otro lado del Ebro, he de ser yo quien viole el secreto mejor guardado no sólo en Cataluña, sino en el mundo entero: la letra del Estatut. Pues, ¿cómo no miraros por encima del hombro, tristes mesetarios, cuando nuestra Carteta Magna hasta prevé que “los poderes públicos garantizarán la transversalidad en la incorporación de la perspectiva de género en todas las políticas públicas”, cualquier cosa que ello signifique?
Ah, cuánto os conozco madritleños. Ya sé que ahora me vendréis con que no es para tanto fardar, y con la cantinela del Mercader de Venecia. Pensáis, infelices, ser iguales a nosotros porque si os pinchamos también sangráis. ¿Pero acaso gozáis del derecho a ser denunciados por perorar en español en los trabajillos que ocupáis (Art. 34)? ¿O del lujo asiático de que a vuestra prole se le prohíba de por vida ser instruida en su lengua materna (Art. 35)? ¿Sabíais tal vez de nuestra franquicia para sólo ser juzgados por magistrados que compartan toga, mesa y mantel en la misma ciudad que Pasqual Estivill (Art. 95)?