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Amando de Miguel

Las lenguas de España

De momento, me retracto de mi error, me rasgo las vestiduras y cubro mi cabeza con ceniza.

Daniel Hebrero (Tübingen, Alemania) me apostrofa: "Le quiero preguntar ¿por qué, si los periodistas de LD son tan liberales como presumen, no escribe usted un artículo criticando la existencia de la Real Academia de la Lengua Española? ¿Será que ustedes son superliberales para unas cosas sí y para otras no?". Francamente, don Daniel, no sé qué tiene que ver ser liberal con criticar o no a la Real Academia Española (RAE). Yo me considero liberal y creo que la RAE es una institución plausible, por lo menos conveniente. Gracias a ella se conserva una razonable unidad del español mínimamente culto hablado en una veintena de países. No veo por qué tengo que escribir un artículo con la opinión de don Daniel. No estoy de acuerdo con el juicio de don Daniel: "La RAE es una institución parásita y propia de sociedades incapaces de hacer evolucionar la lengua y en las que la mayoría de los intelectuales son mediocres". Acepto lo de la mediocridad intelectual, pero no creo que se deba al trabajo de la RAE. Por otra parte, en este rincón de las palabras discrepo de la RAE en algunos aspectos, pero eso es normal. Los pronunciamientos de la RAE son cada vez menos de autoridad y más de normalización.

El inquisitivo e inquisistorial don Daniel me pregunta por la relación entre la RAE y el catolicismo. No veo ninguna, excepto la tradición de que, entre los "inmortales", suele haber algún obispo. Pero esa presencia tampoco va a misa. Por último señala don Daniel, con toda seguridad, "la poca afición de los españoles por su lengua". Hombre, nadie lo diría leyendo los emilios de los libertarios.

José Manuel Cordón escribe desde Bosnia. Supongo que es un militar español de los allí instalados como tropas de pacificación o como se llamen. Comenta: "Es una pena comprobar, aquí en Bosnia, que el desastre que ocasionaron unos políticos en nombre de la religión lo pueden conseguir nuestros políticos manipulando el abuso de las [otras] lenguas españolas en detrimento del español". A sus órdenes, don José Manuel.

Mike Fernández (Wayne, New Jersey, USA), "como hijo de españoles" me transmite su "más profundo pesar sobre la situación que vive España". Le apena la situación de las nuevas generaciones de catalanes que no van a tener el español como idioma para andar por le mundo, junto al inglés. Estamos con usted, don Mike.

Con la divisa de don Sergio López Teijero (Johannesburgo, Sudáfrica), una mujer me cuenta su trepidante historia; valdría para una novela. Es asturiana de nación. Emigró a Galicia y aprendió el gallego. Luego se trasladó a Guadalajara (España). "Quizás aquí me sentí menos extranjera que en Galicia; al menos mi hijo pudo estudiar en un colegio público sin problemas con el idioma. No fue así en nuestro destino anterior [en Galicia], ya que tuvimos que matricularlo en un colegio privado para que sus asignaturas fuesen en castellano, y no hablemos ya de los contenidos". La familia vive ahora en Johannesburgo. Se sienten "menos extranjeros que en España". El hijo aprende inglés y francés, aparte del español como lengua familiar. Dice la simpática corresponsal que en Sudáfrica se hablan once lenguas, pero que todos se entienden en la lengua común, el inglés. Y concluye: "Qué idiotas somos los españoles, vaya. Teniendo ya una lengua común y oficial para todos, pretendemos convertirla en menos que en un dialecto... Si seguimos en manos de resentidos iletrados, ignorantes, incultos, cortos de mente, retrógrados y paranoicos, nos vamos al tacho". Pues a pique nos vamos, barrunto, y eso que yo era el grumete optimista de la tripulación.

Xosé Antón Cadierno Collar asegura que se siente "extranjero" en su tierra, Asturies, porque "salvo algún topónimo, la mayoría y las demás señales indicadoras se encuentran en castellano y en ningún momento en asturiano". Olvida don Xosé que la lengua propia o familiar del 90% de los asturianos (como mínimo) es el castellano. Además, el castellano es el único idioma oficial en toda España. Pero está visto que sobre estas cuestiones tan íntimas nunca nos vamos a poner de acuerdo. Lo de la intimidad no es una exageración. Una vez más recuerdo la sorpresa de lo obvio: la lengua sirve para hablar, para gustar los alimentos y para besar. (Otro día distinguiré entre ósculo y beso). Se comprende lo infamante que tuvo que ser el castigo antiguo de cortar la lengua. Lo malo es que simbólicamente se corta la lengua de los niños que no reciben la enseñanza en el idioma familiar, cuando se trata del oficial en su país.

Roberto Fernández protesta de mi presunción de que, en las regiones donde gobierna el PP, también se dificulta a los niños que reciben la enseñanza en castellano, si esa es su lengua familiar. Don Roberto sostiene que esa situación no se ha dado en Galicia y que mis "afirmaciones sobre el tema no son más que la extensión irresponsable de las que aplico a Cataluña y País Vasco". Me congratulo de que Galicia se haya librado de esa injusticia, aunque me temo que va a ser por poco tiempo. De momento, me retracto de mi error, me rasgo las vestiduras y cubro mi cabeza con ceniza.

Luisa Fernández Mostacero me hace llegar sus desahogos sobre el intento de imponer el valenciano a poblaciones que no lo han hablado nunca. Añado que eso es así con un Gobierno regional del PP. Es lo de "los nacionalistas de todos los partidos", si se me permite el remedo de una cita famosa. De paso doña Luisa se extraña de la voz "potísimo" que a veces dejo caer. No viene en los diccionarios. Es un cultismo un poco arcaico, pero a mí me gusta, puesto que yo también soy un poco arcaico. En latínpotíssimuses el superlativo depotis(lo que puede, lo posible) y equivale a "lo más principal". Bien podemos hacer en español "potísimo" con el mismo sentido de "principalísimo". Ya saben los libertarios que no tengo empacho en admitir neologismos, pero, como contraprestación, bien valdrá el rescate de algunos viejos términos.

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