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Juan Manuel Rodríguez

Ábrete Sésamo

Bianchi se ha llevado más de ochocientos millones de pesetas (¡800!) del Atlético de Madrid y ahora viene un tío que no cobrará ni veinte kilos al año y consigue en menos de treinta días lo que el genio no logró en seis meses.

Por muchas vueltas que le doy sigue sin parecerme justo que el desastre de la operación Bianchi corra sólo por cuenta del Atlético de Madrid. Legal debe ser legalísimo, pero los clubes profesionales de fútbol tendrían que echarle un poquito de imaginación a la cosa para evitar situaciones tan esperpénticas como la que acaba de producirse con nuestro amigo el virrey de la Pampa. Carlos Bianchi sólo tuvo que pronunciar una frase, sólo una, para que Enrique Cerezo se viera en la obligación de tener que desenfundar la chequera. Y la frase fue ésta: "yo soy un profesional". Así de fácil. Así de limpio. "Yo soy un profesional". ¿Y los demás? ¿No lo eran los demás? ¿No eran profesionales los jugadores, los fisioterapeutas, los médicos, los empleados del club? ¿No se han convertido en unos auténticos profesionales del sufrimiento los aficionados del Atleti?

Todo daba igual. Los futbolistas no sabían a qué estaban jugando. Los aficionados se aburrían más que nunca en su vida. El equipo no ganaba un partido ni de milagro. El presidente sufría, los jugadores se devaluaban y el club perdía dinero. Es indudable que, de haber sido el Atlético de Madrid una empresa al uso, habría ido directamente a la quiebra. Tienen suerte los rojiblancos porque aquí sí hay un "ponedor" a fondo perdido. Todo daba exactamente igual porque Carlos Bianchi era "un profesional". Desde que Alí Babá pronunciara aquello tan famoso de “¡Ábrete Sésamo!” no se conoció jamás una frase tan rentable. Dices “yo soy un profesional”, y la caja del club se abre de par en par.

Bianchi, en cualquier caso, sería un profesional equivocado, un profesional confundido, un profesional errado. Con el desconocido Pepe Murcia sentado en el banquillo el Atlético de Madrid está llevando a cabo una reacción muy similar a la que protagonizó el Real Madrid en cuanto logró desembarazarse de Vanderlei Luxemburgo, otro profesional más. Su victoria del sábado ante el complicadísimo Deportivo de La Coruña no garantiza nada (el equipo sigue cometiendo unos errores infantiles en defensa) salvo que ahora se juega al fútbol en el estadio Vicente Calderón. ¿No tendría que haber algún organismo independiente que, ante una situación tan extraña como ésta, decidiera lo que es realmente justo y lo que no lo es? Bianchi se ha llevado más de ochocientos millones de pesetas (¡800!) del Atlético de Madrid y ahora viene un tío que no cobrará ni veinte kilos al año y consigue en menos de treinta días lo que el genio no logró en seis meses. Será legal, pero no parece muy justo. Porque, y a las pruebas me remito, no fallaban Kezman, Torres, Maxi o Ibagaza sino que fallaba exclusivamente él. “¡Abrete Sésamo!”

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