"Muy bien", le anima entre risas el conductor del programa. Están en el simpático canal público de televisión que yo contribuyo a sostener, muy a mi pesar, para que siga difundiendo sin descanso la pedagogía del odio. Muy bien, muy bien: el charnego agradecido ya ha llamado puta a España, ya la ha mandado a la mierda. La reacción fulminante del CAC ha sido proclamar a TV3 como el medio imparcial por excelencia y seguir linchando a la COPE para justificar su cierre. Ni una palabra sobre el charnego agradecido que ha enviado a tomar por culo a los españoles deseándoles que les exploten los cojones. Ya ha cumplido por unos cuantos meses. Es el diezmo.
Es el diezmo. El diezmo del charnego agradecido nos sale caro a todos. Ha echado gasolina en una hoguera, dado el ambiente y el momento. Es el diezmo, digamos, moral que le absuelve temporalmente de su pecado: marranear en el show business progre y local sin ser catalán y, lo que es mucho peor, sin ser capaz de articular una sola frase en la "lengua propia" de Cataluña después de pasarse la vida en un bareto del Raval. Manda huevos su don de lenguas. Mucho vacilarles a las catalanas de verdad del Institut del Teatre, pero como Pijoaparte es un desastre. No ha entendido nada.
El Pijoaparte no puede ser servil, y él se ha convertido en un ridículo lacayo. Que dé vergüenza ajena no es nada nuevo. Como actor casi no ha hecho otra cosa. Desde que le caducaron los calamares parlanchines sólo le queda un recurso: el exabrupto. Se supone que es un cómico: que deje de darnos pena y alipori. Cree que soplan vientos de Perpiñán, y como no renuncia a otro lustro en el entrañable teatro de Canaletas que viene desolando con su tristeza y con su ira, sobreactúa. Como siempre.