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EDITORIAL

¿Dónde hay que firmar?

Que ERC sea la que haya sacudido políticamente el árbol, pero sea CiU la que recoja finalmente las nueces, no hará de esta recolecta algo menos inconstitucional y lesivo para España

No se trata tanto de apremiar al PP, como de reiterar nuestro apoyo a una iniciativa que, como la recogida de firmas anunciada por Rajoy, puede tener –si no deserta la coherencia en los medios de comunicación contrarios al Estatuto–, una enorme acogida, no sólo entre los votantes del PP, sino en buena parte del electorado socialista que ha quedado contrariado tras las deserciones de Bono, Ibarra y compañía.

Quizá no habría comentario más elocuente a favor de esta iniciativa de Rajoy que el gesto descompuesto y alarmado de Rubalcaba despotricando contra ella. Pero no basta. Más aun, si tenemos en cuenta la implacable maquinaria propagandista del PSOE, que trata de convencer, día a día, de que el maquillaje dado al estatuto lo ha dejado limpio, "como una patena", de riesgos para la persistencia constitucional y nacional de España.

Más aun, cuando no pocos medios de comunicación –que deberían ser, en nombre de la coherencia, correas de transmisión de esta movilización ciudadana–, han marcado ciertas distancias de la misma, con argumentos tan peregrinos como su supuesta incompatibilidad con el debate parlamentario. Vamos, como si a la derecha sólo se le autopermitiera elegir una vía u otra.

¿Y qué decir de quienes consideran la propuesta "prematura", puesto que aún no se sabe cómo quedará redactado finalmente el texto? Desde luego, hay gente que sólo es capaz de ver los riesgos escritos en un epitafio...

La elasticidad es, ciertamente, un rasgo de inteligencia. Un rasgo que, desgraciadamente, muchos listos confunden con la incoherencia. Al asentar los conceptos de derecha e izquierda no en ideas y en principios, si no en vacuos términos relativos, basta que el PSOE y los nacionalistas se radicalicen, para que el PP también tenga que moverse en la misma dirección, so pena de no seguir siendo elogiado como "centrista" y ser denigrados sus dirigentes como inductores de un "giro a la derecha". Y eso, sin cambiar de ideas.

Que esa falacia la utilicen los medios del PSOE, es lógico. Pero que lo hagan suya y la interioricen algunos políticos y periodistas de la derecha es tanto como esperar que la pusilanimidad vaya a vencer a la innegable determinación que se manifiesta en la alianza entre el nihilismo de ZP y el radicalismo de los nacionalistas.

Para colmo, las exigencias de ERC para dar el sí definitivo no harán más que alimentar los suicidas complejos del "centrismo". Que ERC sea la que haya sacudido políticamente el árbol, pero sea CiU la que recoja finalmente las nueces, no hará de esta recolecta algo menos inconstitucional y lesivo para España. La insaciabilidad de los independentistas no puede ser, en ningún caso, prueba de la "moderación" de un engendro inconstitucional que, como ha admitido Rubalcaba, "lleva el ADN de ERC". O sea, el ADN del separatismo.

Respecto a Rajoy y "sus millones y millones de firmas", lo único que le pedimos es que, puesto que esta campaña no pretende ser de "perfil bajo" –como la que de forma deliberada se buscó en la manifestación en apoyo de la Constitución y a la que tan tardíamente nos convocaron en una plaza–, nos diga cuanto antes donde podemos firmar. Cuanto antes. Antes de que esos millones de españoles pasen a desconfiar de su sentido común y sean reducidos por las dudas de la irresolución y por la implacable propaganda de la mentira.

En España

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