No se sabe si es el frío, los accidentes, o el sabotaje terrorista, lo que ha hecho explotar las tuberías o canalizaciones de gas ruso, Gasprom o Gasputin (¿Rasputín?), que castigan duramente Georgia y Armenia, después de Ucrania. El caso es que Francia, que no tiene petróleo ni gas natural, produce ideas, y es así que para luchar contra el frío no previsto por Kioto, han encontrado la solución de un modelo peculiar de gimnasia sueca, que se expresa con la agitación, la manifestación, la polémica y la huelga, que calienta y anima los corazones y los músculos, en defensa del “modelo social francés”.
El tema central es el paro. Hasta ahora, y dicho a vuelopluma, la solución heredada de los diferentes gobiernos socialistas desde 1981 era “una buena asistencia al parado”, mucho más que la creación de empleos. Nunca, sin embargo, se atrevieron a llegar al modelo social –es decir, socialista– francofalangista que sencillamente prohibía el despido (cuando recuerdo esto a mis interlocutores galos, me tratan de “cárcel secreta de la CIA”), pero una infinidad de “planes sociales” lo obstaculizaban al máximo. Esta política de asistencia al parado se ha hecho insostenible, porque costaba demasiado caro en un país económicamente estancado y con una deuda pública gigantesca. El señor Raffarin intentó algo en este sentido, pero no logró nada. Dominique de Villepin ha desvainado su espada bonapartista y al grito de Rafael Alberti y Paco Ibáñez: “¡A galopar! ¡A galopar!”, se ha lanzado contra el paro. Vayamos por partes: los sindicatos y algunos economistas denuncian que la disminución del paro en las estadísticas oficiales desde hace unos seis meses es falsa; resulta de una argucia o falsificación contable que suprime de dichas estadísticas a los parados que ya no cobran subsidios, sin que por ello hayan encontrado un empleo. Como las condiciones para seguir recibiendo dichos subsidios se han endurecido y si un parado rehúsa tres veces seguidas las ofertas de trabajo propuestas por las “agencias para el empleo”, pierde todo derecho al subsidio, está visto que el paro legal va a seguir disminuyendo, sin que se cree el menor puesto de trabajo. Especialmente teniendo en cuenta, además, la absoluta ineficacia de esas “agencias para el empleo”, verdaderos aquelarres burocráticos.
Paralelamente, el primer ministro y su ministro de la caridad estatal, Jean-Louis Borloo, han lanzado una serie de contratos para que las empresas (pero incomprensiblemente, sólo las más diminutas), pueden más fácilmente contratar y despedir. A eso se califica de “flexibilidad del mercado laboral”. El último invento gubernamental es el contrat première embauche (primera contratación) para los jóvenes. La izquierda-unida-jamás-vencida, incluyendo los sindicatos de estudiantes y lycéens, protestan y llaman a una jornada nacional de manifestaciones el 7 de Febrero, considerando que se trata de un contrato-basura, que instala la precariedad, y somete la juventud a la dictadura empresarial. Pero yo sospecho que en realidad consideran que es una buena manera de luchar contra el frío, mientras preparan las elecciones de 2007.
Hay escándalos ultramediatizados (como el llamado “caso Outreau”, esa red de inocentes, encarcelados por supuesta pedofilia) y otros que se intenta ocultar, como las continuas agresiones de alumnos a profesores, a puñetazos o puñaladas, que la Administración de la Educación Nacional y los sindicatos de enseñanza se niegan a considerar como hechos graves. Está visto que en Francia la enseñanza está por los suelos, y los primeros en pisotearla son sus representantes sindicales y gubernamentales. Por cierto, el ministro es Gilles de Robien. Lo digo porque como cambian cada seis meses, es fácil confundir.