Sobre la frase “hacer la pascual” sigo recibiendo versiones. Es la mejor demostración de que la lengua está viva y no puede someterse a moldes mecánicos. Ignacio Frías acoge una interpretación ingenua, pero por eso mismo valiosa: “Los corderillos pascuales eran cuidados con mimo hasta la víspera misma de la fiesta pascual, momento en que, de acuerdo con el rito judaico, se les hacía la pascua, esto es, se les sacrificaba para servir de alimento principal, casi único, en la cena”.
Respecto a otra discutida expresión, “como puta por rastrojo”, don Ignacio sostiene que la fórmula auténtica es “como puta en tiempo de rastrojo”. Su idea es que el momento de rastrojar era el de la primavera. Los labradores se aprestaban a preparar las tierras que habían quedado en barbecho. Era la pesada labor de limpiarlas de los residuos de cañas de las mieses. Ese tiempo solía coincidir con la Cuaresma y, por tanto, “la prohibición absoluta de tener trato carnal. ¡Mala época para las putas!”. Asegura don Ignacio que en algunos países hispanoamericanos se dice que “está como puta en Semana Santa” para referirse a quien pasa una mala racha.
Me parece interesante la apreciación de don Ignacio, pero encuentro algunas dificultades para aceptar su versión: (1) La prohibición de tener trato carnal con el cónyuge durante la Cuaresma o la Semana Santa nunca se cumplió mucho. (2) En todo caso, si se cumplía, era una ocasión estupenda para que el marido se fuera con alguna puta. (3) En la España tradicional y cerealista, la prohibición del trato carnal (con la legítima o con la puta) se llevaba a efecto más bien en verano, cuando había que extremar el trabajo. De ahí la liberación que suponían las romerías y otras fiestas del mes de septiembre, principalmente la de San Miguel.
Sobre lo de “hacer la pascua” hay otra versión, la de Jaime Jiménez (agencia EFE). La historia es como sigue. Los israelitas tuvieron que salir corriendo de Egipto para que no los mataran. Fue la Pascua o tránsito. No les dio tiempo a que la levadura del pan hiciera su efecto, por lo que tuvieron que comer el pan ácimo (obleas). En memoria de todo ello, al llegar la Pascua, las familias judías hacen una limpieza a fondo de sus casas, especialmente de los restos de alimentos con levadura. De ahí que “hacer la Pascua a alguien es darle problemas adicionales”. Francamente, la historia es muy bonita, pero me parece demasiado piadosa.
Javier (Tarragona) me pregunta si “está mal dicho o escrito un largo etc., por ser un pleonasmo”. No es una expresión errónea, pero se ha convertido en un latiguillo periodístico. De tanto repetirla, acaba siendo una frase redicha y vulgar. No lo es menos lo de “etc., etc., etc.” como decía el Rey de Siam. Incluso el “etc.” sin más carece de sentido si el lector o el interlocutor no adivina a qué otras cosas se refiere el que así emplea el latinajo. Tampoco se debe decir “y etc.”, pues el “et” de “etcétera” ya significa la copulativa “y”.
José María Navia-Osorio, valiéndose de su carné de fijo en esta seccioncilla, me enmienda mi refrán “Cuando el diablo no tiene que hacer con la escoba se pone a barrer”. Arguye don José María que lo correcto es “Cuando el diablo nada tiene que hacer, espanta las moscas con el rabo”. Tampoco vamos a pelearnos por un quítame allá esas pajas. El refranero de Francisco Rodríguez Marín aporta esta tres versiones: “Cuando el diablo no tiene que hacer, abre el culo y papa moscas”, o “con el rabo mata moscas”, o “coge la escoba y se pone a barrer”. La última variante me parece la más eufónica, más que nada por el pareado y por la imagen fantasiosa. Se alude, además, a que el gesto nervioso de barrer suele hacerse cuando, en efecto, no se tiene otra cosa mejor que hacer en la casa.
Bien es verdad que el libro de Rodríguez Marín lleva el pretencioso título de “Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del Maestro González Correas”. Pues bien, en la obra de Correas se estampa este refrán: “Cuando el diablo no tiene que hacer, saca lo suyo al sol y mata moscas”. Es de suponer que ese “lo suyo” sea la parte no mencionable. Por eso se le pasó al ínclito Rodríguez Marín.
Juan Ponce es del parecer que es más acertada la versión de “… con el rabo mata moscas”. Tampoco nos vamos a pelear. Ya de paso, don Juan se confiesa “ecologista no acérrimo” y razona: “Dentro de 40.000 años la Tierra habrá perdido su inercia y el movimiento de rotación desaparecerá y con él el planeta, que perderá sus posibilidades habitacionales”. Me parece poco probable que un planeta se quede sin rotar. Seguramente saldríamos todos disparados. Pero, en fin, dentro de 40.000 años hablaremos. De todas formas, por si acaso, voy a vender la casa.