El blindaje de competencias del Estatuto de Cataluña ante cualquier decisión que pueda tomar el Parlamento Español no sólo consagra un nivel de soberanía de esta comunidad muy superior a la soberanía española sino que la destruye por completo. El PSOE de ZP perpetra con este golpe legal, pero golpe al fin, la puñalada más artera que haya recibido nuestra nación desde la traición de Fernando VII a los patriotas de las Cortes de Cádiz. Y ésta es aún más grave, ya que aunque despóticamente el Rey Felón pensaba regir toda España; Zapatero, Rubalcaba y sus secuaces no sólo renuncian a la soberanía nacional en una parte importante de su territorio y ante uno de cada seis de sus habitantes (cerca de ocho millones tiene Cataluña por 46 millones legales el conjunto de España), sino que ponen las bases legales para la liquidación del Estado-Nación más antiguo de Europa.
No hay palabras malsonantes en el diccionario para tratar con justicia esta traición desvergonzada a la Ley y a la Nación, al decoro y a la libertad, a los dos mil años de civilización romana y cristiana de nuestra nación, a todos los que, a lo largo de los siglos nos han legado lo mejor de sí mismos, sea en el arte, en las ciencias, en las letras, en las instituciones o en la Historia de la Humanidad, que en parte no pequeña es inimaginable sin la historia de España. Este depósito moral, cultural y político de lo mejor que ha producido nuestro país a lo largo de los siglos, que no es nuestro sino herencia de nuestros mayores que deberíamos haber pasado a nuestros hijos, ha sido malbaratado, por no decir robado y regalado, a unos partidos políticos que no ocultan su voluntad de crear una república independiente y hostil a España, una Cataluña que dados los niveles de despotismo actualmente existentes, será dictatorial, racista y xenófoba, con la lengua ocupando el lugar de la religión en las teocracias islámicas.
El voto en España queda, si ese acuerdo se ratificase en el Parlamento Nacional, automáticamente reducido y jibarizado de forma tan radical que bien puede hablarse del fin de la soberanía y del fin del sistema representativo. Si Cataluña no quiere separarse ya, habrá que pedir la separación para tener al menos un territorio donde puedan regir las leyes que voten nuestros representantes. Nunca se ha visto en nuestra historia semejante humillación. Y no fruto de una violencia invencible, de un ejército como el de Napoleón, sino del simple desprecio a la nación y de una cobardía ilimitada ante el nacionalismo, como bien ha dicho el jefe de la oposición a propósito de la sumisión del Gobierno a Batasuna, anuncio de la segunda parte, la correspondiente al País Vasco, de esta liquidación por derribo de la soberanía y del Estado de Derecho, base de la libertad.
Polanco y Zapatero pueden presumir de haberse cargado sin un tiro (aunque con todos los atentados terroristas del nacionalismo a cuenta) la nación más vieja de Europa. Y digo Polanco en primer lugar porque sin el apoyo, más aún, sin el guión de Polanco y Cebrián, Zapatero no se habría atrevido a dar un solo paso en esa dirección. Hubiera bastado que “El País” reclamara la vuelta de González o un nuevo liderazgo del PSOE para que la rendición de Zapatero ante el nacionalismo catalán se trocase en resistencia numantina. Si hay secesión catalana, y los tres elementos ya pactados por el PSOE y el Cuatripartito (obligatoriedad del catalán, término “nación” en el estatuto y blindaje de competencias) suponen de hecho la secesión, Polanco y Cebrián podrán decir que es obra suya. Lo es por omisión como lo es de Zapatero y el PSOE por acción. La España que conocemos va a dejar de existir. La libertad que tenemos difícilmente sobrevivirá.