Sigo pensando que Roberto Carlos ha sido, si exceptuamos al gran Alfredo di Stéfano, el futbolista extranjero más rentable de toda la historia del Real Madrid. Podríamos contar con los dedos de una mano los partidos a los que el brasileño ha faltado debido a una lesión. No en vano, el defensa ha batido hoy el récord de partidos jugados en el campeonato nacional de Liga (339) que ostentaba, precisamente, el Presidente de Honor de su club. Si Roberto salía por las noches o, por el contrario, se quedaba arropadito en casa junto a la chimenea, lo cierto es que eso nunca se notó sobre el terreno de juego. Siempre gozó de un físico envidiable. Siempre fue una auténtica bala. Y a su indudable calidad física unía una técnica prodigiosa. En resumidas cuentas, este futbolista cuasi perfecto era la sonrisa del Real Madrid puesto que, además de lo anteriormente expuesto, atendía siempre a todo el mundo con una sonrisa en la boca.
¿Y ahora qué le ocurre a Roberto Carlos?... Lo primero que yo creo que le ocurre es que le pesan los años. No es un hecho terrible, ocurre en las mejores familias. Le sucede ahora a él. Les sucedió a Ladislao Kubala y a Francisco Gento. Y les sucederá a Fernando Torres y a Samuel Eto'o. Todos, excepto Cafú que ha encontrado el secreto de la eterna juventud, tienen que pasar inevitablemente por esa taquilla. De un tiempo a esta parte los admiradores (somos legión) del fútbol de Roberto Carlos notamos que, en algunas ocasiones, el hombre quiere pero ya no puede. Y cuando puede, llega tarde. Si Roberto no tuviera como teórico sustituto a Raúl Bravo es muy posible que ya no jugara tantos partidos como titular, pero el Real Madrid anda cojo también por la izquierda. Me parece que Roberto Carlos se huele que, por una simple cuestión de edad, le quieren hacer pagar a él los platos rotos del "clan brasileño". Porque el "clan brasileño" existe, aunque no lo lidere él sino Ronaldo.
A Roberto le molestó que la prensa deportiva aireara el show del cambio de mesas que protagonizó en la tradicional comida navideña. "Puedo sentarme donde quiera", aduce el futbolista. Y en este caso no tiene razón. Él puede sentarse donde quiera y con quien quiera siempre y cuando no se encuentre en un acto oficial del club que le paga millonariamente. Roberto Carlos no se sentó con los capitanes, siendo él mismo un capitán, y aquello, lógicamente, originó todas las suspicacias del mundo.
Dice Roberto Carlos que se sintió utilizado. ¿Por quién? ¿Por quien le nombró en su día capitán? ¿O por sus propios compañeros? Alguien debió aconsejarle que tomara asiento en el sitio que tenía asignado y dejara de dar la nota. Y por último: dice Roberto que habla sólo por exigencias del guión. "A mi plim, yo duermo en Pikolín". Por mí como si no quiere volver a hablar nunca más. Es una pena que este "romance" acabe así de mal, pero no somos en absoluto los periodistas quienes hemos de velar por el prestigio que conlleva haber jugado 340 partidos ligueros vistiendo la camiseta del Real Madrid. Ni somos tampoco los periodistas quienes demandamos sus declaraciones sino los millones de aficionados que tiene repartidos su equipo por el mundo.