Amnistía Internacional perdió parte de su crédito como organización seria cuando se dedicó a equiparar Guantánamo con el gulag, ese archipiélago de campos de concentración en el que murieron millones de personas. Por supuesto, ese prestigio decayó en países con cierta cultura política e histórica, donde la gente es capaz de razonar aún cuando haya de por medio críticas a Estados Unidos. Por tanto, en España aún reciben oídos cuando se dedican a mostrar sus carencias intelectuales y morales, como cuando esta semana han vuelto a denunciar que los videojuegos violan los derechos humanos. ¿De quién, cabría preguntarse, de unos cuantos conjuntos de píxels que se iluminan en el monitor?
Como bien ha resaltado Antonio, la violencia de esos juegos no está disponible a los niños, sino sólo a los niños cuyos padres lo permiten. Lo que pide Amnesia es que el gobierno viole los derechos humanos a la libertad de expresión y a intercambiar voluntaria y libremente bienes y servicios, a cambio de proteger unos supuestos derechos de la infancia que incluyen que Esteban Beltrán y los suyos hagan con los niños lo que quieran, robando a sus padres la libertad de educarlos.
En una obsesión de los socialistas de todos los partidos el imponer a todos los demás sus propias ideas morales. Su método preferido consiste en quitar la decisión a quienes más información, interés y elementos de juicio tienen para decidir para otorgarla a instancias en las que pueden meter mano. Sin necesidad de salirnos del tema y meternos en leyes como la educativa o la antitabaco, un reciente estudio realizado por asociaciones de protección a la infancia, tras unas encuestas a menores sobre el uso de videojuegos, propone en sus conclusiones que la clasificación por edades la haga un organismo independiente en la que ellas mismas estén representadas. Encima, ni siquiera es una medida que se pueda inferir de dicho estudio, que no evalúa de ninguna manera si la industria está haciendo bien o mal ese trabajo.
Una de las grandes omisiones en todas estas denuncias interesadas es la prueba de que exista relación alguna entre la violencia en los videojuegos y posibles daños a niños. El informe de Amnesia, por ejemplo, no dedica una sola línea a intentar justificar esa relación, como si fuera evidente por sí misma. Sin embargo, al igual que los niños romanos seguramente jugarían con espadas de madera a matar a sus compañeros de juegos, que asumirían a regañadientes el papel de cartagineses, los juegos violentos forman parte de la vida de todos los niños en todas las épocas, mal que le pese a esa progresía que se cree que regalando muñecas a los niños y balones a las niñas se eliminan las diferencias entre unos y otras. Pero tanto los juegos de entonces como los de ahora son eso, juegos; si hay niños incapaces de apreciar la diferencia, de poca ayuda va a resultar que existan leyes que “los protejan”.