El triunfo de Evo Morales en Bolivia alegra los corazones de la izquierda latinoamericana. Es un rayo de esperanza para los comunistas que se sentían debilitados y humillados con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética.
Hay que reconocer que Evo Morales es un líder marxista que tuvo la honestidad de declarar la guerra al liberalismo desde antes de llegar al poder. No se anduvo por las ramas y ha dicho que su principal tarea en la presidencia de Bolivia será borrar el “neoliberalismo” en todas sus manifestaciones. Con líderes como Evo Morales, tan francos, honestos y directos no queda más que echarle una manita en el terreno teórico para que cumpla su promesa y no defraude a quienes lo eligieron. Espero que sea un hombre de una sola cara y no traicione sus ideales apenas empiece a ejercer el poder. Nada es tan valioso en un líder como la coherencia, de principio a fin.
Lo primero que debe saber Evo Morales es que el liberalismo es el sistema económico y político que se fundamenta en el respeto a la propiedad privada. Y para acabar con el liberalismo en Bolivia sólo tiene que abolir la propiedad privada, tal como reza el Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx. Se dice fácil, pero hay que desmenuzarlo en todos sus aspectos, facetas y renglones.
Quiere decir que todas las empresas petroleras, de gas, coca, electricidad, telefonía, hospitales, escuelas, universidades, etc. no deben ser propiedad de bolivianos o extranjeros, sino pasar a la administración del gobierno. Todas las tierras, bosques, lagos y minas no deben ser propiedad de individuos. En cuanto toda la riqueza material de Bolivia quede bajo la administración del gobierno desaparecerá el mercado. Por eso, cuando el Che Guevara fue ministro de Industria y Comercio en Cuba entendió que aboliendo la propiedad privada eliminaba el comercio entre particulares.
El dinero, que es la máxima expresión del capitalismo, debe desaparecer del suelo boliviano. Así evita la tentación de que los bolivianos ejerzan la libertad de elegir (adquirir lo que les apetezca). Tampoco debe permitir que circulen los euros, dólares o cualquier tipo de divisa extranjera. El dinero no va a ser necesario en Bolivia, basta una tarjeta de racionamiento como en la Isla de Fidel Castro. Así puede aplicar el principio marxista “de cada quien según sus posibilidades, a cada quien según sus necesidades”. En otras palabras, el Estado sabrá colocar adecuadamente a cada boliviano en la estructura productiva y tendrá un comité que determine las necesidades alimenticias, educativas y de esparcimiento de los individuos.
Evo Morales debe prohibir que los particulares, bolivianos o extranjeros, contraten trabajadores; eso es propio del capitalismo. Más aún, todos los habitantes de Bolivia deben transformarse en trabajadores del gobierno, tal como mantenía Lenin en “El Estado y la Revolución”
En las escuelas y universidades de Bolivia deben quedar prohibidos los libros de Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Milton Friedman, Hans-Hermann Hoppe, Murray Rothbard, Henry Hazlitt, Luis Pazos y de cualquier autor que huela a liberalismo. En su lugar deben circular profusamente los libros de Carlos Marx, Lenin, Martha Harnecker, Che Guevara, Fidel Castro, Eduardo Galeano y los discursos de Hugo Chávez, Lula, Kirchner y del propio Morales.
Especial recomendación es la que se refiere a evitar el comercio internacional. Evo debe cerrar sus puertas para que los capitalistas extranjeros no se aprovechen. Tampoco debe permitir que lleguen artículos, películas, libros o ideas que contaminen y erosionen su autoridad.
Si Evo Morales sigue estas recomendaciones al pie de la letra, estoy seguro que logrará su promesa de acabar con el neoliberalismo en Bolivia. A fin de garantizar su sistema, debe prohibir la existencia de partidos políticos y declarar “el Estado soy yo”. Además puede ir preparando a sus hijos para que se queden con la hacienda.