Las buenas noticias no son noticias y menos si vienen de Irak y contradicen el derrotismo de todos cuantos criticaron o se opusieron a la intervención militar para derrocar a Saddam. El camino desde marzo de 2003 no ha sido fácil, ninguna guerra lo es y aunque todavía queda mucho por sufrir parece que eso que el afamado estratega prusiano Karl von Clausewitz llamaba el “punto culminante de la guerra” ha sido ya alcanzado. Clausewitz llamaba así al momento, normalmente una batalla, que decidía el curso del conflicto, el punto que hacía irremediable que un bando fuera el vencedor y el otro el vencido.
Clausewitz hablaba de batalla determinante porque su guerra era una guerra clásica, de ejércitos profesionales enfrentados unos a otros en pleno campo de batalla. Lo que hoy existe en Irak es otra cosa y no hay que esperar una batalla decisiva. Con todo, ese punto culminante podría haberse alcanzado con las elecciones del 15 de diciembre, aunque nadie haya sabido verlo hasta ahora. Tampoco se supo entender en su momento la importancia de El Alamein. Ha sido con todas las de la ley una batalla política. Con la característica nada desdeñable no sólo de una muy alta participación popular, a pesar del clima de violencia existente, sino, sobre todo, con una fuerte participación sunní en las provincias centrales. Se puede interpretar este dato como se quiera, puesto que las dos formaciones sunnís defienden parte del ideario político que maneja parte de la insurgencia, pero hay algo que no se puede negar: que parte de la población sunní ha comprendido y aceptado que sus intereses estarán mejor defendidos a través del proceso político que con las armas de la guerrilla. Y muchos menos con los camiones bombas de Al Zarqawi.
El coronel y analista de defensa norteamericano Robert H. Scale ha avanzado una métrica para poder seguir las implicaciones de ese punto culminante en Irak. Aunque la violencia y sus víctimas están decreciendo en términos absolutos a o largo del país, para él es importante mirar qué pasa en la capital, Bagdad. Bagdad sería para él el centro de gravedad del conflicto actual por emplear terminología clausewitziana. Pero lo que habría que mirar en realidad es el grado de control por parte de los propios iraquíes sobre su seguridad en Bagdad. Más aún, según Scale, cuanto más pase a manos de la policía y menos se gestione por las fuerzas armadas, más evidente será el camino de la victoria. En ese sentido, gran parte de los esfuerzos americanos para entrenar, dotar y preparar a las fuerzas de seguridad del gobierno de Irak serían más que relevantes. Y de hecho, el cambio en el énfasis de cómo lograr acelerar el proceso de generar más capacidad iraquí, puesto en marcha tras los fiascos de mitad del año pasado, podrían estar ya dando sus frutos.