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EDITORIAL

Una oposición de “perfil bajo” ante un escándalo mayúsculo

En lugar de dimitir, Maite Costa no tuvo empacho en seguir en el cargo y, desde allí, torcer la mano a los técnicos de la CNE, avalando una OPA contra la que también se acaba de manifestar, este lunes, el Tribunal de la Competencia

Cuatro días después de dar a conocer la vergonzosa manipulación del informe de los técnicos de la Comisión Nacional de Energía perpetrada, con el fin de avalar la OPA contra Endesa, por los Consejeros políticos designados a dicho organismo por el PSOE y ERC –entre ellos el amigo íntimo de Zapatero, Jaime González–, el diario El Mundo ha hecho público este martes otro nuevo escándalo –que podría ser, además, constitutivo de delito– como es que la presidenta de la Comisión Nacional de Energía, la ex diputada del PSC, Maite Costa, seguía siendo consejera de dos empresas de La Caixa en el momento en que decidió avalar la operación, contra la opinión, no sólo de sus propios técnicos, sino también de la razonable doctrina que, hasta entonces, había mantenido dicho organismo ante este mismo tipo de operaciones.
 
Al margen de que Maite Costa haya podido violar la Ley de Incompatibilidades, hay que recordar que se trata de la ex diputada del PSC, partido del que es primer secretario, el ministro de Industria, José Montilla, y al que La Caixa condonó un crédito millonario, circunstancia que, por sí misma, debería haber inhabilitado políticamente a ambos para continuar en el cargo.
 
En lugar de dimitir, Maite Costa no tuvo empacho en seguir en el cargo y, desde allí, torcer la mano a los técnicos de la CNE, avalando una OPA contra la que también se acaba de manifestar, este lunes, el Tribunal de la Competencia.
 
No compartimos la consideración editorial de El Mundo, que acaba de pedir que Zapatero “tome cartas en el asunto”, pues el presidente del gobierno no ha hecho otra cosa desde el primer momento. El presidente del Gobierno no sólo ha admitido los pactos del Tinell, –que de forma expresa avalaba este tipo de inaceptable intervencionismo económico–, sino que ha nombrado y sostenido a Montilla y a Costa –no digamos ya a su amigo íntimo, Jaime González– en todo momento y con la misma intensidad con la que satisface en ese asunto al PSC y a sus socios separatistas. Eso, por no recordar su más que sospechosa intervención personal para evitar que fuera Bruselas –y no Madrid– la encargada de juzgar la OPA de marras.
 
Elogiamos la tarea de investigación de El Mundo y, desde luego, sí compartimos su consideración de que estamos ante lo que “lleva camino de convertirse en el mayor escándalo económico de los últimos años (...) que hará pequeño al de Rumasa”. Lo que queda en evidencia, sin embargo, es el caso omiso que Zapatero hace de todas estas juiciosas advertencias, como ha vuelto a dejar de manifiesto el secretario de Estado de comunicación, Fernando Moraleda, que ha silenciado las revelaciones periodísticas, tanto las referentes al informe de los técnicos de la CNE, como al hecho de que la presidenta de la CNE haya estado parcialmente en nómina de la entidad financiera que impulsa la OPA.
 
Por hacer caso omiso, Moraleda hasta ha ninguneado el dictamen del Tribunal de Defensa de la Competencia, que ha votado a favor de prohibir la operación, señalando que no es vinculante y contrastándolo –con total desfachatez– al dictamen favorable a la OPA que emitió el CNE, sin recordar que hasta la propia Maite Costa tuvo que reconocer que "no coincidía” con el informe emitido por sus propios técnicos.
 
En cualquier caso, no se entiende que esta escandalosa OPA política, que de forma, consustancial es responsabilidad del presidente del Gobierno, se limite al “caso Montilla” o, peor aun, a la petición de dimisión de Maite Costa. Ningunos de ellos es un “incontrolado” ante una OPA descaradamente política.

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