Tal vez nuestra fragata "Álvaro de Bazán" a lo que se ha dedicado en realidad, durante casi tres meses, es a predicar en aguas del Golfo Pérsico esa alianza de civilizaciones con la que el presidente del Gobierno pretende encandilar a los ciudadanos. Según informa, sin embargo, el diario El Mundo, lo que ha hecho durante ese tiempo el más moderno buque de guerra de nuestra flota es, por el contrario, formar parte de una misión de combate de la Armada estadounidense contra los rebrotes terroristas que todavía ensangrientan Irak. Según este diario, la "Álvaro de Bazán" ha estado plenamente integrada en la estructura naval estadounidense que prestaba cobertura a sus tropas en Irak y participaba en acciones militares como la Operación Cortina de Acero contra supuestas bases de Al Qaeda en la frontera con Siria.
A algunos les alarmará este acto de hipocresía por parte de un gobierno que, como el nacido en las urnas tres días después del 11-M, aseguró –para regocijo no exclusivo de los autores "oficiales" de la masacre– que no enviaría un solo soldado a Irak y tampoco a ningún otro país, sin recibir previamente la aprobación del parlamento.
Si ya hace meses el Gobierno de Zapatero reforzó de tapadillo la presencia militar española en Afganistán, con unos objetivos –dicho sea de paso– similares a los que nuestros soldados estaban llevando a cabo en Irak, hoy sabemos que, también sin informar a la opinión pública y al parlamento, el Gobierno del 14-M ha incumplido su palabra con el envío de esta fragata a Irak.
Si la orden de Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak –que hasta entonces, y como hoy en Afganistán, trataban de pacificar y reconstruir un país que salía de una larga y tiránica dictadura–, satisfizo a los terroristas que acaban de provocar la mayor masacre terrorista de nuestra historia, también hay que recordar que, para nuestros aliados occidentales, supuso una de las mayores puñaladas por la espalda que hayan recibido jamás de un gobierno español. Y no tanto por la ayuda que perdían, sino por la fuerza y las esperanzas que brindaron a los terroristas a la hora de creer que, con secuestros y asesinatos de occidentales, lograrían expulsar a los "infieles" y su odiosa democracia.
En cualquier caso, como aquí, en España, el antiamericanismo de la mayoría de los medios de comunicación ha logrado hacer odiosos a los ojos de la opinión pública, tanto a los principales enemigos de los terroristas islámicos, como a los objetivos aliados de democratizar Irak, la decisión de dejar en la estacada a los iraquíes y a nuestros aliados, no sólo no supuso un revés electoral para Zapatero, sino –tal y como acertadamente calcularon los autores de la masacre del 11-M– un auténtico gancho electoral.
Que el gobierno del 14-M haya pretendido, después, compensar secretamente a nuestros aliados, reforzando nuestra presencia militar en Afganistán o enviando a las tropas de Bush una fragata de apoyo, no enmienda el perjuicio que, con Zapatero, la demagogia ha ocasionado a la responsabilidad. Tal sólo deja en evidencia a un gobierno que, por desbancar al PP, no dudó en hacerle el juego político a los autores del 11-M y que ahora nos recuerda que la hipocresía –tal y como la definió La Rochefoucauld– es el homenaje que el vicio rinde a la virtud.