Yo bien quisiera concentrarme en asuntos referidos a la lengua castellana. Pero es continua la insistencia de muchos lectores en plantear el caso de las otras lenguas españolas, principalmente el del catalán. No puedo hacer oídos sordos a tales argumentos.
El sentido común se impone en esto de la relación entre las lenguas españolas o incluso las europeas. Transcribo el juicioso comentario de Francisco Javier Pardo Torres (Marbella, Málaga): “[En mi trabajo] si alguien viene hablando en inglés y yo sé inglés, pues le atiendo y respondo en inglés, y santas pascuas… ¿Por qué cuando yo he estado en Cataluña, a menudo mientras hablaba en castellano (por no saber su lengua, no por fastidiar) mi interlocutor me contestaba en catalán o no me contestaba? Si él no supiese español, lo comprendería, pero como eso no suele ocurrir… ¿Y por qué vemos en los programas de las televisiones catalana, gallega y valenciana a presentadores que hablan en un idioma mientras el público o el entrevistado en cuestión contesta en otro? ¿No es esto irracional e irrazonable? Si ambos hablan el castellano, aunque se puedan entender de esta forma, ¿no es una manera ilógica y absurda de comunicarse?”. Cierto es, pero ¿quién dijo que hablamos siempre para comunicarnos?
A riesgo de ser reiterativo, recojo el comentario de Javier de Arvizu (Barcelona). Se queja el hombre de que en los medios de comunicación catalana, publicados en castellano, se escribe siempre Catalunya, Parlament, conseller, etc. Nunca escriben “España” sino Espanya o Estat espanyol, pero se quejan si los medios en castellano escriben “Generalidad de Cataluña”. Concluye lo más sustantivo: “Los españoles, por mucho que diga la Constitución y la clase política, no somos iguales ante la ley. Mis hijas no tienen derecho de estudiar en español, como un niño de Madrid, Huelva o Gran Canaria. Mis hijas van a un colegio privado concertado en la parte alta de Barcelona, en el que la mayoría de alumnos y padres tienen el español como lengua habitual; pues solo les dan una hora de castellá ─como ellos dicen─ a la semana; menos que una lengua extranjera. ¿Dónde iremos a parar? ¿Cómo puede condenarse a la juventud a tener que estudiar una carrera solo en Cataluña, puesto que no podrán hacerlo en universidades del resto de España, al no saber escribir correctamente en español?”. El razonamiento no puede ser más impecable ni más inútil. Bravo por la “incorrección política” de don Javier.
Javier Aymerich me envía un artículo que circula por la internet y que originalmente apareció en el Avui. Es de un tal Salvador Sostres. Espigo algunos párrafos más ilustrativos: “En Barcelona queda muy hortera hablar en español, yo solo lo hablo con la criada y con algunos empleados. Es de pobres y de horteras, de analfabetos y de gente de poco nivel hablar un idioma que hace un ruido tan espantoso para pronunciar la jota… [los catalanes] hemos de escoger modelo: Noruega o unirnos a la caravana lingüística [del español, de pueblos subdesarrollados]. El independentismo en Cataluña está absolutamente justificado, aunque solo sea para huir de la caspa y el polvo, de la tristeza de ser español”. ¡Y estos son los que mandan en España!
Carlos de Erausquin (catalán residente en Madrid) protesta contra mi posición en los artículos publicados en La Razón y las opiniones vertidas en la Cope: “Ustedes, los periodistas afines al PP, están azuzando el odio de toda España contra el que mi corazón y mi sentimiento, no mi DNI, considera como su País. Con artículos como el escrito por usted hoy, está incitando al enfrentamiento entre ciudadanos. Cualquier día, paseando por Madrid y charlando en catalán con mis hijos, me puedo llevar un sofocón con alguien exaltado por sus comentarios e insinuaciones”. No creo. El sofocón ─y algo más─ me lo puedo llevar yo y los que conmigo están. Por cierto, somos la inmensa mayoría en España.
Carmen Blanco razona: “El tiempo nos está dando la razón a aquellos que, durante tanto tiempo y desde diferentes puntos de España, nos hemos opuesto al sistema educativo catalán basado en la inmersión lingüística. Los últimos estudios son rotundos. Cataluña es la comunidad autónoma con más fracaso escolar de toda España y el factor decisivo en un rendimiento tan bajo es que a la mitad de los alumnos se les enseña en una lengua que no es la suya”. Está muy claro. Añado que lo peor no es el fracaso escolar sino su complemento: el hecho de que muchos alumnos que aprueban y pasan de curso no están capacitados.
Albert Soler (Girona) me recrimina, una vez más, mi ignorancia respecto a la consideración del catalán como lengua regional. El hombre parece sufrir por ello: “Pero, hombre de Dios, haga el favor de explicar a sus lectores que sí, que el catalán es la lengua oficial de una nación independiente: Andorra. No creo que reconocer un error sea tan doloroso, y por lo menos quedaré tranquilo sabiendo que no tiene usted mala fe, sino simple y humana ignorancia”. Está bien, quiero morir tranquilo. Claudico: el catalán es un idioma nacional e incluso internacional. La prueba es que es el oficial de una nación independiente como Andorra. ¡Pero qué pesaditos son estos catalanes! ¿No se darán cuenta?
He aquí una comprensible reacción a la campaña de que los catalanes deben comprar “productos de proximidad” o productos etiquetados en catalán. Es el comentario de José Rovira Salgueiro: “No compréis productos catalanes; los chinos son mejores. Perdonar, pero qué pena me da este país mío”. Es bien triste que tantas instituciones públicas hagan un denodado esfuerzo (con nuestro dinero) para que compremos productos catalanes. ¿Y si, efectivamente, los chinos fueran mejores?