Es evidente que el Gobierno de Rodriguez Zapatero es cada vez más un gobierno marxista, pero no tanto en su sentido ideológico, del que algún sesgo conserva por mucho que reniegue públicamente, sino esencialmente en su sentido cinematográfico. Este es un gobierno caótico, surrealista y en ocasiones resultaría incluso delirante sino fuera porque lo que está en juego son los intereses de todos los españoles y el futuro de nuestra Nación.
Antes que nada, Groucho Marx y Jose Luis Rodriguez Zapatero comparten una misma filosofía política. El líder de la familia dijo en una de sus películas: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, puedo cambiarlos”. El presidente español sigue a rajatabla esta consigna. Hoy firmo un Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo, pero si quiere mañana estoy dispuesto a firmar un Pacto con los terroristas. La Constitución dice que la única Nación que existe en nuestro país es la española, pero si lo prefiere podemos buscar un apaño para que usted también lo sea. Hoy tengo un anhelo infinito de paz, pero por un módico precio puedo venderle a cualquier caudillo revolucionario unas cuantas armas sumamente humanitarias.
Por otro lado, el presidente del Gobierno les ríe las gracias a sus ministros cuando cada vez con más frecuencia se tiran tartazos dialécticos a la cara. El último es muy bueno. Dice Moratinos, a la sazón ministro de Exteriores, en Angola: "Muy pronto va a venir el ministro de Defensa español a venderles unos aviones de transporte militar pero que son muy civiles". Le contesta de inmediato el aludido desde Almería: "Que me esperen sentados los angoleños porque lo que es a mí no se me ha perdido nada en el África subsahariana y además, una cosa es que me hayan nombrado ministro de la Paz y otros anhelos diversos de la humanidad y otra muy distinta es que sea un vendedor de armas a domicilio".
En fin, que el pobre Moratinos, que probablemente lo único que trataba era de reconciliarse con su colega de Defensa después de las pegas que había puesto a la venta de aviones y buques militares a Venezuela, que esas sí eran cometido del Ministro de la Paz, se ha llevado sin comerlo ni beberlo un sopapo balístico lanzado desde Almería hasta Angola por el siempre amigable Pepe Bono.
Pero ese sopapo, más que con los aviones a Angola, tiene que ver con una venganza por la torta que le metió el de Exteriores al de Defensa cuando este llamó desde Filipinas a los familiares del condenado a muerte español en ese país para asegurarle que la presidente filipina se había comprometido con él a que no sería ejecutado. Al poco tiempo, fue Exteriores el que llamó a la angustiada familia para decirles que no hicieran caso de la llamada de Bono, que no había novedades sobre el caso y que lo que el titular de Defensa había logrado ya lo había conseguido mucho antes su ministro. Todo el episodio rodado, eso sí, con cámaras de televisión, micrófonos e incluso notas de prensa. Para echarse a reír sino fuera porque lo que está en juego es la vida de un ciudadano español.
Es posible que Moratinos sea el ministro más gracioso del Gobierno, descontado por supuesto el presidente, que siempre sonríe, habla en esdrújulas y suena tanto más solemne cuando va a decir la mayor obviedad e incluso un mal chiste. Pero es sin duda el ministro de Defensa el que protagoniza el mayor número de andanzas. A Bono, por ejemplo, en plan bromista, le gusta mucho ponerle la zancadilla al ministro de Interior, José Antonio Alonso. Como cuando éste se puso muy drástico y un poco serio con los supuestos vuelos de la CIA por nuestro país y salió de inmediato el de Defensa para decir que su confianza y su amistad con los americanos no tienen límites. El pobre de Interior tuvo que mandar una nota de corrección a EFE para evitar una reprimenda de Washington.
Ignacio Cosidó es senador del PP por Palencia.