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Juan Carlos Girauta

De la ignorancia mesetaria

No hay manera de que entiendan ustedes, mesetarios obtusos, a los catalanes. Por extraño que les parezca, se puede promover la libertad de expresión cerrando emisoras de radio.

¿De quién son los votos del PSC (PSC-PSOE)? Según Moraleda, del PSOE. Pero Nadal ha corrido a desmentirle. Es sabido que el cinturón industrial de Barcelona, bolsa mayor del voto socialista en Cataluña, apoya sin fisuras la coronación del proceso de construcción nacional en el que se han empeñado Maragall y Carod. En Santa Coloma y en Cornellà están encantados con el nuevo estatuto, cuyo advenimiento viene a colmar una vieja aspiración, un clamor de las masas, de las ciudades dormitorio, de las fábricas. Por si no lo sabían ustedes, en Cataluña hay tres millones de montillas. Todos apoyan las denuncias de la policía lingüística, todos están felices con la inmersión. Todos convencidos, como Rubert de Ventós, de las bondades de la independencia. Por eso a Nadal le ha molestado tanto que el gran comunicador de ese extraño partido que gobierna España sumara a los suyos el millón y medio de votos catalanistas -qué digo, ¡prácticamente soberanistas!- que eyectaron hacia el merecido y anhelado poder a los de calle Nicaragua. ¿A quién se le ocurre semejante agregado? No sólo los suma el avaro Moraleda, sino que encima los opone a los votos de ERC, sus socios queridos, sus amigos, sus cuates.

No hay manera de que entiendan ustedes, mesetarios obtusos, a los catalanes. Por extraño que les parezca, se puede promover la libertad de expresión cerrando emisoras de radio. Y se puede hacer la revolución sin despeinarse. Aquí el más importante decisor financiero, ese que tiene nombre de sociedad anónima (vaya, ahora mismo no lo recuerdo), les ha calado, les ha visto el plumero y les ha puesto en su sitio: mucho Movimiento Nacional es lo que hay. Este hombre luchó contra el franquismo a brazo partido. Era un izquierdista temible; la mayoría de comunistas lo rehuían porque los acusaba de revisionismo y porque citaba sin descanso a Lenin y a Marta Harnecker. Si Azaña fue el hombre de la República, él fue el hombre del antifranquismo, ya les digo. Con admirable coherencia, el prohombre ha recordado que el momento de reclamarle una deuda a un partido es cuando llega al poder. Creen los maliciosos que se refiere a una deuda pecuniaria. ¡No! Se refiere a la deuda moral que todos los partidos catalanes menos el PP (que siempre se quiere distinguir y por eso acaba aislado) tienen para con él y su institución filantrópica. Lo dicho, en cuanto se cruza el Ebro, al dolor de cambiar de nación hay que añadirle la incomodidad de estar todo el día explicando lo evidente. Qué cruz.

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