Nilmar Jan Hansen, seleccionador de las Islas Feroe, y Alun Evans, entrenador de País de Gales, fueron los únicos que se olvidaron de Ronaldinho en la votación del "Balón de Oro" de 2005. Dos de cincuenta y dos. Hubo quórum entre los especialistas a la hora de elegir al brasileño del Barça. De haber sido corresponsal de France Football, yo probablemente habría elegido a Samuel Eto'o. Parece como si no quisieran "quemar" tan pronto al camerunés. En esta ocasión el compañero de Ronaldinho acabó décimo en las votaciones, aunque no me cabe la menor duda de que, más pronto que tarde, Eto'o será el segundo futbolista africano, después de la inimitable "pantera liberiana" George Weah, en conseguir tan codiciado trofeo.
El ucraniano Andrei Shevchenko, ganador del año pasado, dio en el clavo cuando, al referirse a su sucesor, dijo que "lo hace todo bien y siempre con una sonrisa en la boca". Es importante eso de la sonrisa. Vende. Y vender es fundamental. El ganador del año 2001 fue el futbolista inglés Michael Owen. Nunca como en aquella ocasión sonó tanto el nombre de Raúl como posible ganador del "Balón de Oro", pero tuvo que conformarse con la segunda posición. Owen, como Ronaldinho, es un futbolista de amplia sonrisa, un jugador que sabe venderse. A Raúl, sin embargo, le cuesta sonreír y, cuando lo hace, le sale forzado, le sale mal, poco creíble. Estoy convencido de que Raúl no ganó aquella vez porque no le queda nada bien la sonrisa.