Mientras José Bono, el interlocutor privilegiado del presidente Chávez, se pasea por el palacio presidencial de este dictador escoltado por su antiguo compañero de militancia en el PSP, el hoy embajador Raúl Morodo, no todo son ganancias para el ministerio de Defensa. Hace unos días tuvo lugar un atentado en Afganistán en el que perdieron la vida dos soldados portugueses. La noticia pasó sin pena ni gloria en la prensa española, ¿por qué iba a ser de otro modo? Pues por la sencilla razón de que los soldados portugueses iban subidos a un vehículo táctico URO, no sólo fabricado en España, por esa industria a la que tanto gusta de promover al ministro Bono, sino que, además, era propiedad del Ejército de Tierra español, parte del material desplegado en aquel país y prestado a los portugueses para una misión rutinaria en una zona libre de peligros.
Bono no sólo ha perdido un vehículo y los 60 mil euros que le costó, sino también la credibilidad en su capacidad para analizar la situación cotidiana de nuestras tropas desplegadas en Afganistán. Se sigue sin saber a ciencia cierta qué pasó con nuestros dos helicópteros siniestrados el pasado mes de agosto, pero lo que sí parece cada día más evidente es que nuestra misión de apoyo a la reconstrucción no está exenta de riesgos y peligros. ¿Es eso lo que autorizó el Congreso cuando el gobierno recabó su apoyo? Por otro lado, el ministro aún no ha explicado si es partidario o no de la posibilidad de que se fusionen los dos mandos en Afganistán, el de la OTAN, ISAF, y el contraterrorista de Estados Unidos y la Operación Libertad Duradera, ni de si está de acuerdo con que nuestro soldados amplíen sus misiones para también luchar contra el narcotráfico en la zona. No hay por qué oponerse a ello a priori, pero quien dice ser el ministro más transparente con la soberanía popular, debería dar unas cuantas explicaciones al respecto.