Segolène Royal, François Hollande, Jack Lang, Dominique Strausse-Kahn, Laurent Fabius, Bertrand Delanoc, Martine Aubry, Lionel Jospin, Michel Rocará (¿se me olvida alguno?), son los candidatos socialistas, más o menos explícitos, a la candidatura del PS para las presidenciales de 2007. Y desde la semana pasada a bombo y platillo (es un decir) Bernard Kouchner se tira al ruedo. Bueno, también está rondando por allí, olfateando los traseros de las perras en celo, Bernard Tapie, y éste tiene una baza: ha sido procesado y encarcelado (brevemente), por estafador. Estos son los que pretenden convocar a su favor a los electores socialistas, y, a ser posible, a toda la izquierda. Pero también hay candidatos que reivindican los votos de la izquierda y la extrema izquierda, y el más carca de todos es José Bové, xenófobo, antisemita, defensor de una agricultura cara para ricos, amén de subvencionada y protegida, que contribuye eficazmente a mantener en la miseria a los campesinos africanos. Buenos argumentos para que la extrema izquierda se entusiasme.
¿Con qué oportunidades cuenta Kouchner y cuál es su programa? Lo explica en una entrevista en Le Nouvel Observateur, y otra, por televisión, los domingos por la tarde (salvo los tres meses y pico de vacaciones “escolares”), en el veterano programa “Le Gran Jury RTL”. Kouchner es miembro del PS, pero no es popular en su partido, y no obtendría la investidura del partido. Esto lo sabe mejor que nadie, y por lo tanto hace un llamamiento a la sociedad civil, al margen y por encima de los partidos. Algunos creen que su iniciativa tiene un toque gaullista, pero se equivocan rotundamente, porque de Gaulle tenía tres coartadas históricas fundamentales: 1. Fue el general rebelde que se marchó a Londres, llamando a continuar la guerra contra los alemanes y sus cómplices de Vichy; 2. Logró imponerse como jefe de la France Libre y de la Resistencia (asesinando de paso al general Giraud, por si las moscas), y fue el primer jefe de gobierno de Francia liberada (por los norteamericanos); y 3. Terminó la guerra de Argelia, en condiciones a veces dramáticas, pero la terminó. Y, además, tenía su partido, el RPF, que ganó todas las elecciones, y cuando perdió una –un referéndum– de Gaulle dimitió tal y como había prometido.