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Daniel Rodríguez Herrera

Nos libramos de la ONU

La cumbre tunecina ha concluido con una declaración vacua y rimbombante que clama por la “solidaridad digital”, o algo parecido, cuyos contenidos a favor de la libertad de expresión incumple incluso el país donde se ha firmado y proclamado

Ya me había advertido Javier Monjas que en Estados Unidos no había nadie tan idiota como para plantear en serio la cesión del mal llamado “gobierno de Internet” a la ONU. Parece que sus predicciones se han cumplido, cosa que es de agradecer. Mientras democracias y tiranías debatían si el futuro de la red de redes debía estar en manos de una de las primeras o en las de las segundas, en la calle un periodista de Libération recibía una paliza mientras un equipo de la televisión pública belga era atacado, según su relato, por policías de paisano. Y es que el futuro de la red de redes estaba siendo debatido en uno de los países que con más éxito logra bloquear el acceso de sus ciudadanos a fuentes de información contrarias al poder, según denunció Reporteros Sin Fronteras, lo que supone otra de tantas metáforas que describen esa ONU donde Libia puede presidir la comisión de derechos humanos o Irak la de desarme.
 
Tan sólo hay un elemento de Internet centralizado y, por tanto, expuesto al control político directo: la gestión de las direcciones o dominios, el “mapa” de las direcciones IP y su conexión con los nombres de dominio como libertaddigital.com. Regímenes liberticidas lo ambicionan porque, en su poder, podrían hacer “desconectar” de la red los nombres de aquellos que les incomodaran. Desde que Al Gore inventó Internet (risas enlatadas, por favor), el mundo ha tenido acceso al medio más libre que haya existido jamás y ha favorecido la aparición de un periodismo disperso que gusta menos a quienes menos disperso tienen el poder. Una gestión del sistema de dominios a cargo de la ONU, como se proponía en esta cumbre, hubiera llevado a aquellos países que más interés tienen en censurar, a poner el máximo interés para estar bien representados en la comisión de gobierno que se pudiera establecer. El siguiente paso sería encontrar buenas excusas, como el interés de la diversidad cultural o la alianza de civilizaciones digital, para empezar a meter mano al sistema.
 
La buena noticia de que Estados Unidos ha mantenido el control del sistema llevará, tarde o temprano, a la división del sistema de dominios. Actualmente existen poco más de una docena de servidores raíz que mantienen esa conexión entre números IP y nombres de dominio. Es harto probable que alguno de los países que más interés tienen en intentar domeñar la red, posiblemente China, monte su propio servidor raíz y obligue a todos los proveedores de acceso a Internet chinos a emplearlo. Se crearán así varios sistemas de nombres alternativos, aunque las diferencias entre ellos se limitarán, seguramente, a la supresión en las listas de nombres de aquellos sitios web que más aboguen por la libertad. En los países más libres, el sistema seguirá funcionando como hasta ahora.
 
La cumbre tunecina ha concluido con unadeclaración vacua y rimbombanteque clama por la “solidaridad digital”, o algo parecido, cuyos contenidos a favor de la libertad de expresión incumple incluso el país donde se ha firmado y proclamado. Eso es la ONU, quien la conoció lo sabe.

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