La Venezuela de Chávez camina a pasos agigantados hacia la cubanización completa. Hace una semana, durante la retrasmisión del programa “Aló Presidente”, Hugo Chávez se despachó a placer con su homólogo mexicano, Vicente Fox, acusándole de ser un “cachorro del imperio”. Por si el insulto no hubiese bastado para herir la sensibilidad de un gobernante democrático y digno de respeto, el coronel golpista se regodeó ante su audiencia dedicándole un chabacano poema en el que, en tono jocoso, le instaba a no meterse con él, pues del envite saldría “espinao”.
Huelga decir que a esta intolerable provocación no le había precedido actitud hostil alguna por parte de Fox. Al contrario. A pesar de que Venezuela es, en la práctica, un régimen de partido único donde las libertades se encuentran seriamente comprometidas, Vicente Fox no ha puesto jamás en duda la legitimidad de Chávez como presidente. La bufonada en “Aló Presidente” motivó, como no podría ser de otro modo, que el Gobierno mexicano pidiese una disculpa formal de Caracas. Pero los bolivarianos no están para eso. Tomando la correctísima y diplomática solicitud de México como una ofensa, retiraron de inmediato a su embajador en el Distrito Federal. Dos bofetadas en apenas 48 horas y sin venir a cuento.
O quizá sí. La cumbre de las Américas que tuvo lugar el mes pasado en la ciudad argentina de Mar del Plata dejó claro que en Iberoamérica no todos bailan al son que marca Fidel Castro. Mientras Venezuela, Argentina y Brasil involucionan de manera alarmante y se revuelcan en un populismo trasnochado, otras naciones como México o Colombia encaran con optimismo las oportunidades que presenta la globalización y la apertura de los mercados recogidas en el ALCA, o Tratado de Libre Comercio para América. Nada que ver con la Alternativa Bolivariana (ALBA), la receta que propone la terminal castrista de Caracas que es, por si alguien aún no se había enterado, más Estado, más socialismo y pobreza garantizada para otra generación.
He aquí donde aparecen las fricciones entre la primera potencia de Iberoamérica y un país de capa caída sometido a los caprichos de un militar iluminado que, además, se muere por emular a su idolatrado Fidel Castro. Porque no es la primera vez que Vicente Fox tiene que aguantar una insolencia de esta índole. Los cubanos ya representaron la misma opereta de provocaciones gratuitas, y sólo era cuestión de tiempo ver a Chávez imitar punto por punto lo que le viene dictado desde La Habana. Al socialismo sudamericano no le interesa que el continente prospere por la sencilla razón de que su caduca mercancía se dejaría de vender. Chávez en esto juega un papel primordial. Lleva años desestabilizando la región, apoyando directa o indirectamente movimientos revolucionarios y enarbolando un discurso calcado del de los jerarcas de la tiranía cubana.
México es el país más poblado de la América hispanohablante y uno de los que tiene mejores perspectivas de crecimiento. Venezuela, por el contrario, y a pesar de su riqueza petrolífera, va de mal en peor y es la “democracia” más parecida a una dictadura de cuantas hay en el mundo. Vicente Fox, presidente de una gran nación, no debería tolerar comportamientos como los exhibidos por Chávez durante esta semana. Y no porque sean inadmisibles viniendo de un líder extranjero, que lo son, sino porque decir que el presidente de México es un cachorro del imperio es reírse en la cara de los mexicanos. Ante el incipiente totalitarismo venezolano no hay más alternativa que plantarse.