Le costó reconocerlo, pero por fin la secretaria de Política Internacional del PSOE, admitió que la actitud de Zapatero respecto a la tiranía castrista, “no ha tenido el éxito que esperaban”. Trinidad Jiménez –loca por conocer al coma-andante– no pudo negar que de nada sirvió a las víctimas de Castro el desatino de humillar a la disidencia interna con intención de no cabrear a su verdugo. No obstante, insistió en ofrecer diálogo y esperanzas a los herederos de la barbarie. Y es que por mucho que intenten pasar por lo que no son, a los socialistas españoles se les puede acusar de todo menos de ingenuos. Los que hoy gracias a un no investigado y terrible suceso gobiernan en España, son como cuatro trenes de cercanías que, jamás, pase lo que pase, modificarán su dirección o aminorarán su marcha.
A Zapatero le pasa lo que a las bicicletas, si se para, se cae. No va a enemistarse con los gángsteres que hereden los éxitos del tirano. Y nadie debe sorprenderse. Si ofrece una salida honrosa a los etarras que asesinaron a varios de sus compañeros, ¿qué no ofrecerá a los cómplices de Castro que un día hereden sus prisiones? Pero ni él ni Moratinos ni Trinidad Jiménez pueden desmentir que desde que ellos trabajan para la tiranía en Europa, en Cuba se han multiplicado las torturas, los actos de repudio y los encarcelamientos. Los socialistas presumen de que el Gobierno cubano concedió una licencia extra penal a 14 de los cientos de activistas de los derechos humanos que encarceló, pero olvidan que mientras a éstos se les permitió pasar de la prisión chica a la grande, fueron 35 los que recorrieron el camino inverso.
El Gobierno español no miente cuando asegura que algo cambió por el oxigeno que ofreció a los carceleros. Cambió para peor. Los perros del amo se sienten un poco más fuertes gracias a la esperanza que les llegó desde Madrid. Son más los presos y muchas más los fascistas que acorralan a los desafectos. Los 14 disidentes enfermos que han excarcelado son conscientes de que en cualquier momento pueden regresar a prisión. Martha Beatriz Roque sale a la calle con el cepillo de dientes en el bolso, y el negro Óscar Elías Bíscet –al que quieren doblar– sufre todo tipo de torturas en la más siniestra de las doscientas cárceles castristas.