El giro del Gobierno de Rodríguez zapatero sobre la Venezuela de Chávez no se debe atribuir ni al presidente ni a su ministro de exteriores, Moratinos, sino al ministro de Defensa, José Bono. De hecho, el responsable de la diplomacia española se enteró de la segunda visita de éste a Caracas no por la prensa, pero casi: por la autorización de sobrevuelo sobre el espacio estadounidense cursada desde el cuartel general de aire español, pero no comunicada a Exteriores.
Hay quien atribuye el pro chavismo de José Bono a las raíces que ligan a su esposa con Venezuela, país donde vivió su padre y al que ella se sentiría muy vinculada. Hay quien, por el contrario, lo explica por el expansionismo del que hace gala el ministro de Defensa quien, desde su sede en Castellana 107, no duda en suplantar a sus compañeros de gabinete cuando así lo considera oportuno.
Sea como fuere, ahora se le vuelve a presentar una nueva oportunidad a José Bono para profundizar en su política de acercamiento a Chávez. Tras el fracaso de Rodríguez Zapatero en arrancarle al dictador venezolano la firma del contrato por el que adquiriría las minifragatas a los astilleros españoles, Bono ha sido ahora invitado, por carta firmada por su homólogo venezolano, a personarse en Caracas el 27 de este mes para formalizar el contrato de compra venta de esos sistemas que nuestro presidente de gobierno llamó “armas pacíficas”.
¿Acudirá Bono? A él le gustaría apuntarse el tanto de salvador de los astilleros de Navantia, pero ¿podría vender que no es un feo a Rodríguez Zapatero? Es más, ¿aguantaría su jefe de Gobierno que su ministro de Defensa se haga la foto que él no obtuvo en la cumbre de Salamanca como hubiera deseado?
