Después de dos días de soporífero Debate sobre el estado de las Autonomías nos quedamos con un titular: Zapatero se ha convertido en víctima de su propia estrategia. Lleva casi dos años con el mismo discurso, mezcla de zalamería, resentimiento, medias verdades que se terminan convirtiendo en mentiras, sectarismo e incapacidad de argumentar su actitud ante las grandes cuestiones políticas. Una estrategia que en todo caso es muy poco sólida en los planteamientos, aunque efectista en las formas. Lo que ocurre es que tanto efectismo en tan poco tiempo, termina siendo una juerga de la nada.
Primero dice una cosa, luego explica lo contrario, más tarde afirma que nunca ha dicho lo que dijo y así sucesivamente hasta la eternidad. La penúltima es de este martes, cuando Zapatero –tan campante– en el citado debate del Senado, ha pretendido hacernos creer que no ha dicho aquello de que "nunca tocaré el Estatuto de Cataluña cuando llegue al Congreso de los Diputados". Y lo que es más grave, pretende que asintamos a esta nueva mentira como si tal cosa. Lo que ocurre, señor presidente, es que la fonoteca es cruel, y usted dijo lo que dijo.
Con un hombre sin palabra, ¿qué podemos hacer? ¿Quién le puede creer cuando sigue empeñado en vendernos una mercancía falsificada como sí fuera un buhonero? Estamos empezando a ver a un presidente del Gobierno políticamente desquiciado. Zapatero esta empezando a ofrecer síntomas de cansancio, de falta de reflejos y de incapacidad de reacción. El trato bondadoso que recibe de un gran número de medios de comunicación amortiguan el desgaste, pero la situación es como es, por mucho que se vista la mona.