A Carlos Queiroz podría aplicársele perfectamente lo que, a las puertas del hospital Ruber Internacional, dijo un felicísimo Príncipe de Asturias en referencia a su hija, la Infanta Leonor: "come bien y duerme todo el rato". Quiero imaginar que Queiroz comería bien, muchas veces "by the face", y es un hecho contrastado que consiguió adormilar al estadio Santiago Bernabéu en pleno con aquella especie de "fútbol tse-tse" que practicaba, una auténtica tortura. El fútbol de Queiroz iba con su estilo. Cuando el portugués vino a los estudios centrales de la Cadena Cope se dedicó a susurrarle, muy quedo, al nudo de la corbata. Dormía su fútbol y dormía también él. Luego, a miles de kilómetros de distancia de Madrid, aquel narcótico apellidado Queiroz se desató y amenazó con contar lo que sabía. Tarde, muy tarde. Y cobarde, demasiado cobarde como para tenerle en cuenta.
Vanderlei Luxemburgo, el tercer sustituto de Queiroz si iniciamos la cuenta desde José Antonio Camacho, estuvo también anoche en "El Tirachinas". No puedo decir que, por mucho que le insistí, respondiera a Figo. Tampoco conseguimos que reconociera que, con él sentado en el banquillo, el Real Madrid está jugando peor que mal al fútbol. Me parece que sigue sin saber exactamente dónde está. No nos respondió a nada pero, por lo menos, Luxemburgo no se comportó como un robot, montó el "show" y nos divirtió un poco. Luego, finalizado el interrogatorio al que tratamos de someterle, "Luxe" repartió abrazos, regaló sombreros, quiso que nos fuéramos de copas (pagando yo, por supuesto) e incluso hizo "El Radiador" con Fernando Echevarría, David Miner y Oscar Blanco. Sólo le faltó tocar el piano, y si no lo tocó fue sencillamente porque no se lo propusimos.