No es casual que la derecha europea más incapacitada moral y materialmente para la lucha ideológica, que es la española, fuera víctima de un golpe mediático-terrorista como el del 11-13M. Y no es en absoluto casual que el país europeo más rendido al islamismo, más debilitado por el sectarismo antiamericano y antisemita de sus medios de comunicación, más corrompido desde el Jefe del Estado, ese amigo de Sadam llamado Chirac, hasta el último de los partidos políticos que tuvieron que amnistiarse a sí mismos para no entrar en masa en la cárcel (a diferencia de Italia, tampoco había jueces dispuestos a ello) sea el laboratorio de un nuevo tipo de Intifada, de violencia antisistema, de feudalismo atroz en las grandes barriadas urbanas, donde reinan la ley de la selva, la ley del Islam o ambas, pero brilla por su ausencia el Estado de Derecho.
Tampoco es casual que ese traidor a Occidente llamado Chirac y su chambelán Villepin trabajen con entusiasmo en el descrédito de Nicolás Sarkozy, ni que los medios de comunicación traten al Ministro del Interior como trataron los de aquí a Aznar en la guerra de Irak. Cada cual recoge lo que siembra: Aznar, el predominio mediático de la Izquierda; Chirac, la conversión de la República en una suerte de oenegé antiamericana, sin respeto por sí misma y con el antiamericanismo convertido en nueva religión laica. La sensación que produce Francia es la de un país que niega todo aquello que defendió uno de sus grandes hijos: Alexis de Tocqueville. Hay mucho Gobierno y muchísimo Estado, el sector público es ilimitado y casi interminable, pero, ay, el Gobierno no gobierna y el Estado no atiende sus funciones básicas, que son garantizar la vida, la hacienda y la libertad de los ciudadanos. El liberalismo se creó para evitar situaciones como la que padece Francia, el Estado más antiliberal de Europa. No, no es casualidad.