Xabier Cereixo anda intrigado con la palabra castrapo; yo también. El mismo don Xabier me da una pista. Es un lenguaje de frontera (como muchos otros “criollos”), una mezcla de gallego y español. Don Xabier señala la paradoja de que ese gallego más auténtico o popular contrasta con el nuevo gallego normalizado, impuesto por la televisión o por los profesores. Llega un momento en el que los “paisanos” creen que no saben gallego porque no entienden bien a los señoritos, los que hablan en gallego normalizado. Concluye: “Hasta ese punto las normalizaciones artificiales son contraproducentes para la conservación de un idioma: lo convierten en algo ajeno a sus hablantes”. Sin embargo, opino que la unificación gramatical de los idiomas es un paso necesario para que sean culturalmente influyentes.
Don Xabier desea un comentario sobre la diglosia. Es un concepto útil. Significa que, cuando coinciden dos lenguas, una de ellas se adscribe a las clases altas y la otra a las clases populares. Por ejemplo, en Barcelona he comprobado algunas veces cómo el lenguaje de una comida de profesionales se desenvuelve fundamentalmente en catalán. Pero, de modo natural, cuando esos comensales se dirigen al camarero lo hacen en castellano. Eso es diglosia. Puede que en Galicia sea al revés.
Alberto Vázquez (Castelldefels, Barcelona) comenta el argumento de la profesora de su hijo pequeño: “Cataluña es una nación porque tiene lengua propia”. Se pregunta don Alberto si, con ese criterio, no se nos va a llenar el mundo de naciones. Calcule, unas 6.000 lenguas, 6.000 naciones. En efecto, el criterio es un contradiós. Casi todos los países europeos (con la excepción de Portugal y algún otro) cuentan con dos o más lenguas en sus respectivos territorios).
Mabel Ortiz (Barcelona) recoge un sinfín de pacíficas invasiones del castellano por el catalán. Así, plegar (= terminar el trabajo), atabalado (= nervioso), prou (= basta), monchetes (= alubias), enracholar (= alicatar). Las influencias se dan también al revés. Doña Mabel está muy satisfecha de dominar los dos idiomas, pero se siente triste de que su hija de 10 años lleva camino de no saber ninguno de los dos. Los amigos de su hija están convencidos de que ellos no son españoles y de que Madrid es el enemigo. Comparto la tristeza de doña Mabel. No es una buena cosa para Cataluña.
Jordi Molins considera que lo de “lengua regional” (aplicado a las lenguas españolas que no son el castellano) “es un insulto”. Don Jordi me da la siguiente lección: “Si estudia Historia, verá que España ha sido fuente de guerras, desgracias, ignorancia y pobreza. En cambio, Cataluña, especialmente en los últimos siglos, ha sido fuente de renovación, avance económico y social, democracia y pacifismo”. Y concluye: “Si usted tuviese más estudios, sabría que el catalán viene del sánscrito y posteriormente del latín, por lo que se trata de una lengua mucho más antigua que el castellano”. Agradezco la declaración de don Jordi porque habla por sí sola. Es la mejor demostración de que los nacionalistas catalanes necesitan la confrontación y el desprecio respecto a los que no son ellos. Me niego a aceptar que el término “lengua regional” sea un insulto. Lenguas regionales son el suabo o el catalán. Se hablan en una parte del Estado al que corresponden. Lenguas nacionales son el alemán, el finés o el chino mandarín. Se hablan en la mayor parte de los Estados a que corresponden. Lenguas internacionales son el inglés o el español. Se hablan en varios Estados. No es ningún mérito situarse en una u otra categoría. Por tanto, no es un insulto señalar que una lengua está donde está. Bien es verdad que el estatuto de alguna de ellas puede cambiar, aunque lentamente. Por ejemplo, si Cataluña fuera un Estado soberano, el catalán podría ser lengua nacional, como lo es el tagalo. Pero eso no significa ninguna superioridad moral o cultural sobre las lenguas regionales. Me da fatiga tener que explicar estas obviedades. Cataluña ha sido siempre una región del Reino de Aragón y más tarde del Reino de España y en algunos cortos lapsos de la República Española. Nunca fue un reino por sí sola, como lo fueron Galicia, León, Castilla, Navarra, Mallorca y Valencia. Aun así todos esos antiguos reinos han sido también regiones españolas. Pero eso no quita ni añade nada a la dignidad histórica de un territorio. No me importa reconocer que, andando el tiempo, España será una simple región de la Unión Europea. Ojalá lleguemos pronto a ello.
Don Jordi considera que yo soy nacionalista respecto a la lengua castellana. Nada de eso. Por ejemplo, si en Madrid hubiera un número suficiente de extranjeros de lengua árabe, sus hijos tendrían que tener la opción de recibir la enseñanza en árabe. Lo mismo si fuera el caso con el catalán. Claro que, de igual modo, la enseñanza en Cataluña tendría que tener la opción de recibirla en castellano si es que hubiera un número suficiente de catalanes con el castellano como lengua familiar.
Mi opinión es que la lengua española no tiene que ser oficial en la Unión Europea. Pero sobre todo no considero insultos las opiniones diferentes de las mías, incluso las que son tan simples como las que expresa don Jordi. Supongo que él ha estudiado más que yo, pero eso no es ningún demérito por mi parte. Tampoco es un insulto que se me considere nacionalista español o respecto al idioma español. Sencillamente estoy muy satisfecho de que ese idioma sea parte de mi patrimonio cultural, aunque en él también entra el catalán y los otros idiomas españoles.