El Partido Popular, bien representado por Eduardo Zaplana, ha hecho lo único que un político liberal y una persona decente puede hacer contra el régimen castrista: combatirlo. Y hacerlo respaldando a quienes desde hace cuarenta y seis años siguen empeñando su vida y perdiéndola a chorros en las cárceles y los destierros interiores de esa inmensa mazmorra varada en el Caribe que es régimen del iberosaurio maldito. El PP salva así el maltrecho honor de España, que de la mano de Zapatero y Bono, con las más altas complicidades institucionales, han querido lamer las botas manchadas de sangre del Monstruo de Birán al invitar a sus gorilas a desfilar en la Castellana, honor que han despreciado. En su lugar, hollarán el paseo y se subirán a los árboles las tropas del Gorila Rojo venezolano, su socio. A cambio, es de temer la presencia del sanguinario dictador cubano, el más longevo del mundo, en Salamanca. Que la patria y cárcel de Fray Luis hospede al carcelero de Raúl Rivero es una forma de continuidad en la iniquidad. Pero siempre ha existido y existirá el Mal en el mundo. La cuestión es si se está dispuesto a luchar contra él.
Nadie ha demostrado más y mejor que los disidentes del comunismo esa lucha “contra toda esperanza”, por usar el título del famoso libro de Armando Valladares. Y más vale que nos acostumbremos a la compañía y al ejemplo de los disidentes cubanos, los únicos cubanos que de verdad representan a su nación y no a un régimen criminal, porque en España nos enfrentamos a una situación similar en este proceso político socialista y revolucionario que se abrió entre el 11 y el 13M, se asentó el 14M y padece ahora con el Estatuto de Cataluña un asalto mortal a la nación más antigua de Europa. No pocos son –somos– pesimistas sobre el desenlace de ese reto político que no es el de los separatistas catalanes a España, sino la traición del presidente del Gobierno de España a la nación que representa y juró defender. Y no pocos dicen que es absurdo dar batallas que no se pueden ganar.