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¿Qué trama Bono?

en la medida en que permanezca por más tiempo a las ordenes de Rodríguez Zapatero, muchos españoles empezarían a considerarle como un cómplice del desastre.

La presencia de Bono, el eterno rival del actual Secretario General del PSOE y hoy presidente del Gobierno, en el Gabinete de Rodríguez Zapatero siempre ha tenido algo de misterio. Bono debió calcular que su ciclo en Castilla-La Mancha estaba agotado y que más valía marcharse a tiempo a que le echen a uno con el tiempo. El segundo debió pensar que siempre era mejor tener a un personaje como Bono sometido a la disciplina de un Gobierno que dejarle por libre. Sin embargo, las diferencias entre ambos no han hecho más que acrecentarse en los últimos meses y puede haber alcanzado su cénit con la aprobación del Estatuto catalán la pasada semana. El rechazo que el Estatuto de Zapatero y Maragall está generando en amplios sectores del PSOE podría dar a Bono la oportunidad que lleva mucho tiempo buscando.
 
Lo difícil es saber que está tramando exactamente un político tan correoso y zigzagueante como Bono. Sus últimas declaraciones apuntan a que busca un entendimiento con el Partido Popular que permita controlar un proceso de desmembración de España tan acelerado como el que está provocando Rodríguez Zapatero. En este sentido, no es descartable que Bono lidere la lista de los socialistas que se han dirigido a Rajoy para trata de parar el Estatuto enviado por el Parlamento catalán. Sin embargo, el ensañamiento del que ha hecho gala con su antecesor en el cargo y el oportunismo con el que ha jugado en Irak le invalidan como el hombre de consenso que está llamado a salvar a la patria en peligro.
 
Una segunda opción es que Bono estuviera maniobrando discretamente dentro de su propio Partido y dentro del grupo parlamentario socialista para provocar una rebelión interna contra un capitán que parece haber perdido sus capacidades políticas y lleva la nave del Gobierno directamente al acantilado. Para ello estaría utilizando como ariete a su peón en Castilla La Mancha y buscando aliados como el histriónico presidente extremeño y el más prudente pero también consternado de Andalucía.
 
Su dilema en estos momentos debe ser si para sus propósitos es mejor aguantar en el Gobierno, aún a costa de tener que pagar con algunos silencios, o sería ya el momento de plantear una batalla total desde el exterior. Por un lado, la cartera de Defensa no es sólo una excepcional plataforma de poder, incluyendo una densa agenda internacional y una inmensa capacidad logística para sus movimientos políticos y personales, sino que además le ofrece una coartada casi permanente para armar y expresar su discursos político de patriotismo de izquierdas. Cada visita a una unidad, cada homenaje a los caídos o cada izado de bandera se convierte en una coartada perfecta para elevar su canto a la unidad y su amor a España. Por otro, la esquizofrenia de tener que estar en un gobierno con el que se está en radical desacuerdo en sus posicionamientos más básicos puede hacerse ya insufrible e insoportable para el albaceteño. Es más, en la medida en que permanezca por más tiempo a las ordenes de Rodríguez Zapatero, muchos españoles empezarían a considerarle como un cómplice del desastre.
 
El problema para Bono se acrecienta porque Rodríguez Zapatero puede estar pensando a su vez en la conveniencia o no de mantener por más tiempo a un ministro que da muestras cada vez más evidentes de deslealtad detrás de una falsa parafernalia de subordinación. Por un lado, el presidente debe valorar el coste de prescindir de su ministro mejor valorado por la opinión pública y la incidencia que tendría deshacerse de él en un momento en el que existe una amenaza de cisma dentro del PSOE. Por otro, sería un gesto de autoridad de la que Zapatero anda muy necesitado. Lo cierto es que algunos, incluyendo algunos de sus compañeros en el Consejo de Ministros, han empezado ya a rifarse su cartera ministerial.

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