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Cristina Losada

Los polos del planeta ZP

Y es que el planeta ZP es un planeta que retrocede en el tiempo. Un planeta retrógrado, pero poblado. A rebosar de especies oportunistas.

¿Tiene algún plan Zetapé o le va la improvisación pero no es John Coltrane? Las ambigüedades que manifiesta hacia ETA y hacia la reforma de los Estatutos, ¿ocultan algún norte que ignoramos o sufre su brújula el baile de San Vito? ¿Quiere llevarnos a alguna parte y se está liando por el camino o va haciendo camino al andar, como decía el poeta? En el último supuesto, el andar se lo irían haciendo los imprevistos con los que se topa. Se mete por aquí y se abre un precipicio de narices; vuelta atrás y rodeo; se interna por allá y asoma una pandilla de bandoleros…en fin, cosas de viajar al tuntún, sin rumbo ni previsión. El aventurerismo político existe, y este presidente hace méritos para erigirse en modelo.
 
Se hace difícil encontrar los puntos cardinales de la política de ZP. Siempre que no tomemos por tales sus proclamas buenistas. Ni la retórica cursi con la que envuelve incoherencias. Como la canción del pirata que nos acaba de propinar: La patria es la libertad, la de convivir, la de las oportunidades, la de abrir las fronteras, cualquier cosa. Aunque en lo de las fronteras acertó. Se las están abriendo a balazos. Y cerrando a golpes de Estatuto. Y es que a un gobierno débil, todo son pulgas. Los que saben lo que quieren, se lanzan sobre él con avidez. Es la ocasión para conseguir lo que ambicionan, llámese Ceuta y Melilla o la autodeterminación.
 
Como hilo conductor de esta errática andadura, se encuentra a la postre uno, coherente con la tradición de quienes siempre se han llevado el gato al agua en el PSOE: liquidar políticamente a la oposición que pueda disputarle el poder. Asegurarse de que no haya alternancia posible. Destruir o domesticar a los partidos rivales. Y como las reglas de la democracia lo impiden, se han de cambiar las reglas. Lo intentó el felipismo, tomando como modelo el priismo, y éste es el segundo lanzamiento a puerta. Como hipótesis puede sostenerse que ahora, para acabar con la oposición, el socialismo gobernante no ve mejor camino que acabar con la nación.
 
Son conjeturas. Pero tenga o no tenga hoja de ruta este camino, allá vamos, a saltar la valla de la Constitución, si no hay sirga tridimensional que lo impida. Y es significativo que Zetapé haya reavivado los sentimientos que primaban en la izquierda española, y en los incipientes brotes nacionalistas, en los albores de la Transición. Sentimientos que pueden resumirse de esta guisa: con ETA y contra España. Pues por mucho que deploráramos los que entonces estábamos a la gauche, los métodos de la banda, había hacia ella una corriente de simpatía y comprensión. Y esa complicidad moral no podría entenderse sin la otra parte: la aversión a España, como si ésta fuera una creación del franquismo y sus antepasados. No sólo se toleraba a ETA porque golpeara a la dictadura, sino también porque se proponía acabar con la nación.
 
Así, los pasos de Zetapé, guiados por la pulsión de poder, han buscado el magnetismo de aquellos dos polos de la vieja izquierda, que se sintió aliada de los separatistas. No es extraño que el son de su flauta entrecortada haya sacado de sus cómodas madrigueras a quienes se quedaron con las ganas de hacer la ruptura. Ruptura que era también la de España. O a los que desarrollaron luego esas ganas, que son muchos más, como los antifranquistas retrospectivos. Y es que el planeta ZP es un planeta que retrocede en el tiempo. Un planeta retrógrado, pero poblado. A rebosar de especies oportunistas.

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