Michael Gavin no está de acuerdo con mi idea (nada personal) de que la incorporación de palabras extranjeras se adapte, en lo posible, a la escritura y fonética propias. Don Michael sostiene lo contrario, que “los términos foráneos deben respetarse, en su escritura y pronunciación, tal y como son en su país de origen”. Sí, pero ¿cuál es su país de origen? Porque sucede que muchas palabras que proceden directamente del inglés a lo mejor son una derivación del francés y, a su vez, el francés las tomó del latín. Puede que la voz latina se importara del griego y al final del sánscrito.
Desengáñese don Michael, los idiomas son lo que son porque van transformando las palabras importadas. Usted se llama con un bonito nombre que podría pasar por irlandés, pero es latino, Michael. La misma palabra un español leería Micael en latín y Maiquel en inglés. A su vez, los romanos lo tomaron del griego Mijael, que era una transcripción del hebreo Mija’el (= Quien como Dios; es decir, nadie es como Dios). El es la abreviatura de Elohim. De ahí viene Elías y Alá. En español decimos Miguel, como mi apellido. En catalán es Miquel, en francés Michel, en ruso Mijail. Como puede comprobar, a partir de una misma raíz, cada idioma ha ido adaptando la palabra a su escritura y su fonética. Así, con todas las demás palabras. Eso es precisamente lo que quiere decir “Lengua viva”.
Aduce don Michael que, para seguir con su idea: “Cuando voy a comprar una hamburguesa, siempre pido ketchup, pronunciado quechap, como debe ser. Si la persona no me entiende, pido tomate”. Perdóneme, pero no es usted consecuente. La palabra ketchup es una adaptación del chino mandarín ke-tsiap, que significa “gusto”, “condimento”. En inglés pasó a ser catsup y ketchup. No son nombres comerciales ni son palabras inglesas. Son adaptaciones del chino, y vaya usted a saber de dónde lo importarían los chinos. Las lenguas se forman importando y adaptando. Mi consejo es que, si está usted en España, pida quechu y entenderán lo que quiere. No pida “tomate” que es otra cosa. Dentro de un siglo se escribirá así, quechu. Por lo mismo que pide usted hamburguesas, aunque poco tengan que ver con el original Hamburg steak. En Alemania es Hamburger hackfleisch. Lo más probable es que no proceda de Hamburgo. En España se llamó siempre “filete ruso”. Ese nombre se prohibió después de la guerra y hubo que llamarlo “filete imperial”. Del imperio (el otro) vino la “hamburguesa”. ¿Se imagina que tuviéramos que pedir en España “una hamburger hackfleisch con ke-tsiap”? Según don Michael los niños españoles no tenían que haber cantado “Mambrú se fue a la guerra” sino “El conde de Marlborough se fue a la guerra”. Por lo mismo, los norteamericanos tendrían que decir lagarto (= caimán) voz importada del español; la transformaron en alligator. Los españoles la derivaron del latín lacertus.
Valentín Ramírez (Madrid, pero palentino de nación, “de la Castilla más rancia”) asegura que le duele mi opinión de que el inglés tendría que ser la única lengua oficial de la Unión Europea. Sigo en mis trece, a pesar de que yo también provengo de “la Castilla más rancia”, la vetusta Castilla. Mi abuela materna y toda su familia proceden de Palencia. La parte paterna es zamorana. De la pata del Cid, vaya. Pero una cosa no quita la otra. La Unión Europea solo puede prosperar con una sola lengua oficial. El inglés tiene todos los números de la rifa. Esa decisión es compatible con el mantenimiento de las docenas de lenguas nacionales y regionales que hay en Europa. Simón López Leza (Vitoria) propone que sea el latín la lengua oficial de la Unión Europea. Es una posibilidad.
Luis Serrano (Leganés, Madrid) es productor, guionista y director de cine. Le gustaría saber cómo se podría traducir filmaker, pues no sabe cómo presentarse. Pues cineasta. Dice Seco: “persona que desarrolla una actividad creadora o técnica en la producción de cine, especialmente en la dirección”. Así pues, don Luis es usted un cineasta de tomo y lomo. Lo de filmaker (una palabra recentísima en inglés) es impronunciable.
Ángel Antonio Seisdedos González (León, originario de Fermoselle, Zamora) comenta que ha oído hablar muchas veces de mi pueblo, pero que “su nombre está totalmente degenerado”. En efecto, los de Pereruela decimos muchas veces que somos de Perigüela o perigüelanos. Pero no es una degeneración, sino una regeneración, porque quizá ese fuera su nombre primitivo. Cito a la autoridad máxima sobre la materia, el secretario de la Asociación de Escritores Perigüelanos, Ramón Manuel Carnero Felipe. Para los curiosos tiene un libro curiosísimo: Historia, leyendas y costumbres de Pereruela de Sayago (Ediciones Monte Casino). Acompaña un vocabulario local muy interesante. Por cierto, ese nombre comarcal de Sayago quizá no tenga nada que ver con Santiago.