Zapatero ha considerado un “fracaso” el resultado electoral de la CDU-CSU de Angela Merkel, quizá porque considera suficiente el porcentaje obtenido por los socialdemócratas para que Gerhard Schröder forme gobierno. Esto se debe a que para el socialismo de Zapatero no existen distancias entre programas, ni diferencias personales capaces de alejarle del poder.
La solución que nuestro presidente daría al colapso político alemán sería la formación de un gobierno contra la derecha. Para ello, si Schröder fuera ZP, prometería a los liberales de la FDP una menor presencia del Estado en la sociedad civil. Al tiempo, y casi sin tomar aire, aseguraría a los comunistas y resentidos de la izquierda de Lafontaine una mayor presencia del Estado en todas las esferas de la vida pública y privada.
Sin abandonar la sonrisa, firmaría con Los Verdes un acuerdo energético de vuelta a la Edad de Piedra y, con la otra mano, estrecharía un acuerdo con el líder liberal Guido Westerwelle para liberalizar el mercado de las energías. Y para dividir a la derecha, Schröder, henchido de espíritu progresista, sugeriría a los socialcristianos de la CSU una mayor autonomía de Baviera, una casi independencia. O, quizá, emprendería un replanteamiento de Alemania como nación, y una reorganización de la República Federal a voluntad de los Länder.
Schröder, transmutado en ZP, apoyaría la entrada de Turquía en la Unión Europea, al tiempo que pondría en marcha una campaña de regularización masiva de inmigrantes turcos sin papeles. Contentaría al Partido de la Izquierda de Lafontaine pidiendo la salida de los soldados americanos de Alemania, de los suyos de Afganistán, y desde un país árabe, por ejemplo Túnez, pediría que todos los aliados de EEUU hicieran lo mismo. Y, luego, mandaría al Jefe de Estado de Alemania, Horst Köhler, al rancho tejano de Bush para mostrar las buenas relaciones que mantiene un “amigo verdadero”.
En lo que no le hace falta a Schröder convertirse en ZP es en el manejo de la imagen, en el buen hacer de las campañas electorales. Esta es la gran diferencia con la derecha. Y no es un problema exclusivo de la CDU-CSU, que ya sufrió su descalabro con Stoiber en 2002. Los conservadores británicos buscan llenar el enorme hueco dejado por Thatcher y Major, que ni William Hague en 2001 ni Michael Howard en 2005 han sabido llenar.