Al gobierno de Rodríguez Zapatero se le conoce en el mundo anglosajón como el “gobierno ABBA”, pero no por su afición al grupo sueco, sino como consecuencia de su actitud y políticas: “Cualquier cosa menos Bush y Aznar” que en inglés es, justamente, Anything But Bush and Aznar, es decir ABBA. Pero hete aquí que lo que comenzó siendo un deseo del recién estrenado presidente de gobierno socialista, ha acabado trocándose en su contrario. Hoy, ZP mataría porque su declarado monstruo George W. Bush, tuviera con él el mismo trato y cercanía que los que mantuvo con José María Aznar. Es más, a tenor de lo que estamos siendo testigos mudos, moriría porque George W. Bush dejara simplemente de tratarle como a un apestado. ¿Pero por qué querría el líder de la nueva izquierda radical española llevarse bien con el líder mundial de la ultraderecha y el militarismo, que es como pintan al presidente americano las bases del socialismo real, que es el existente en España? La única explicación es que, en contra de lo que se dice, ahora envidia la suerte que tuvo su predecesor en el cargo cara a los Estados Unidos. Ya no parece aspirar a todo lo contrario que Aznar, sino a más y mejor de lo mismo, en este caso, Casa Blanca.
¿Pero lo conseguirá? Para George W. Bush, Rodríguez Zapatero es un mentiroso y un traidor. Dicho lo cual, en Moncloa saben que el aparato gubernamental norteamericano tiende, por ley universal, a llevarse bien y cooperar prácticamente con los gobiernos aliados. Por eso, para los asesores de ZP la normalización con los Estados Unidos es una cuestión de tiempo. Si no se mete más la pata desde lado español, las heridas se cerrarán. Y la cura puede acelerarse si, además, se tienen detalles con los americanos. Por eso el gobierno se muestra tan dispuesto a cooperar en Afganistán; ZP escribe a Bush por cualquier cosa, aunque no encuentre siempre respuesta; y se hace llegar ayuda humanitaria tras el Katrina. Todo son pequeños tantos que se quieren sumar en la hoja del haber de este gobierno.
Con todo, la generosidad del presidente americano se ha limitado hasta ahora a un cabeceo o un breve pero intenso cruce de palabras con motivo de algún evento o festejo universal. Tal como volverá a ocurrir durante el 60 aniversario de las Naciones Unidas a finales de esta semana.