Han transcurrido dos jornadas de Liga y Vanderlei Luxemburgo, alias "pinganillo man", ya está metido en problemas. Parece que me equivoqué cuando dije el otro día que el Real Madrid había empezado ésta Liga igual que acabó la de la temporada pasada. Fernando Hierro, pendiente de recolocación y de perrito que le ladre, afirmaba el otro día en Real Madrid Televisión que "el equipo estará a tope cuando corresponde, allá por el mes de marzo". Esa teoría es auténticamente "macanuda", que diría un argentino, pero ¿cómo solucionarán la papeleta si el resto de equipos no deciden esperar tanto para jugar bien al fútbol?... A Fernando Vázquez le abrasaron con la historia de que los equipos dirigidos por él desde el banquillo habían recibido catorce goles (siete y siete) en sus dos últimas visitas al estadio Santiago Bernabéu, y alguien debió pensar que aquello se habría convertido en una tradición. No, qué va, Fernando podrá entrenar a equipos con mayor o menor calidad técnica, pero de tonto no tiene un pelo. El Celta sorprendió a todos teniendo el balón (y sólo hay uno) y no rehuyendo nunca el cuerpo a cuerpo. Así, así, así ganó Vázquez al Real Madrid.
Alfio Basile (el ex entrenador del Atlético de Madrid que, hace ya algunos años, harto de aguantar a Jesús Gil dijo aquello de "yo me cago en el contrato") afirmaba que él siempre situaba correctamente a sus jugadores sobre el campo, "pero luego empieza el partido y ellos se mueven". Los del Celta se movieron ordenadamente, replegándose y saliendo al ataque con criterio. Los del Madrid, con Guti de teórico director de orquesta, tocaron cada uno la sinfonía que les pareció más oportuna en cada instante. El tercer gol de los gallegos fue un fantasma que recorrió el estadio, pero el problema de la decadencia del fútbol merengue no fue producto de la mala pata del juez de línea de Ramírez Domínguez, que se equivocó lamentablemente, sino de los ochenta minutos anteriores de "tiqui-tiqui".