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Amando de Miguel

Hay que volver a los clásicos

Ya sé que las autoridades educativas consideran que el Latín y el Griego son materias prescindibles. Pero no podemos olvidar nuestras raíces más nutricias. Es lo que nos une a los distintos idiomas peninsulares, incluido el portugués y el vascuence. Ya es desgracia que nuestras autoridades educativas sean virtualmente analfabetas, a pesar de que digan los currícula y el ratio.
 
Daniel López-Cañete me da toda una lección de latín, que buena falta me hace. Escribía yo aquí “Quousque tandem abuteris, Catilina, patientia nostra?” (Cicerón, In Catilinam). Así lo recoge el Diccionario de latinismos de Gregorio Sánchez Doncel (Noesis). Pero don Daniel insiste en que es abutere (grave). Consulto el Diccionario de expresiones y frases latinas de Víctor-José Herrero Llorente (Gredos) y viene de esa forma. Francisco Valentín (Barcelona) me insiste en que es abutere. Antonio Salinas (Murcia) me da otras dos versiones según que Catilina vaya después de abutere o al comienzo. Supongo que esa variación depende de la facilidad para el hipérbaton que tiene el latín. Tengo que consultar con mi maestro Antonio Fontán.
 
Sergio Alonso Mínguez (Oviedo, Asturias), que es de Ciencias, ha vuelto a su primera afición literaria, y ahora le ha dado por ponerse a escribir novelas. Ya somos dos. Dice don Sergio que le fascina “la similitud fonética entre sino y sinuoso; no puede ser del todo casual”. Pues es del todo casual. No hay ningún parentesco entre esas dos palabras, aunque se parecen fonéticamente. Sino viene de signum (= señal, prefiguración del futuro). Seno procede de sinus (= concavidad, vientre o regazo femenino, pecho femenino). Sinuoso o sinusoide es en forma de seno, curvilíneo.
 
Robbie discrepa de la interpretación que yo di sobre la traducción de Thomas More como “Tomás Moro”. Afirma don Robbie (¿Roberto?) que “more viene del sajón; equivale al actual alemán mehr [¿más?], que en sajón se pronuncia moahr”. No lo discuto, más que nada por mi ignorancia. Pero es evidente que sir Thomas More tradujo al latín su apellido como Morus, no Magis. ¿Cómo no vamos a ponerlo en español como Moro? No estoy muy conforme con la interpretación de moro (maurus en latín) como originario de Mauritania. ¿No será al revés? Se llamó Mauritania o Magreb a la tierra que habitaban los “moros”. El sonido “mor” es onomatopeya del gruñido de algunos animales. Se identifica así a los extranjeros, los que hablan como si fueran gruñidos, porque no entendemos lo que dicen. Es algo parecido al sonido ber. De ahí beréberes, bárbaros y quizá también iberos, para los que hablaban latín. Es decir, “los del gruñido”.
 
Ya sabía yo que tendría respuesta la solicitud de Manuel Bellido sobre el juez clásico que imponía penas duras a los ladrones. Fernando Alonso tiene la respuesta. El tal magistrado o jurisconsulto fue Dracón, ateniense. En un código de 621 antes de Cristo imponía la pena de muerte incluso para pequeños delitos. Si el deudor era de clase baja podía ser convertido en esclavo. Unos pocos años después, Solón reformó el código draconiano en el sentido de dejar solo la pena de muerte para los casos de homicidio. Todavía hoy “draconiano” se refiere a la excesiva severidad de las penas.
 
Ya de paso, don Fernando echa su cuarto a espadas sobre la cuestión de la velocidad que pueden alcanzar los coches. Su idea es que los coches deben ser muy potentes para poder acelerar rápidamente y poder alcanzar los 120 km/h. Sin embargo, al llegar a ese límite, debe instalarse un dispositivo para que no se pueda sobrepasar durante un largo trecho. Me parece una idea excelente. No sé si existe ya. Sin existiera, ese sería el coche que me compraría.
 
Me dice también don Fernando que tiene una amiga que quiere ser escritora. (Yo también quiero ser escritor, qué casualidad). Me pide algún consejo para ella. Muy fácil, que escriba. Lo más sencillo es que redacte su diario para ella misma. Luego que se atreva con algún cuento o ensayo que dé a leer a sus amigos. No debe desesperarse por la costumbre española de no leer lo que escriben los amigos. Lo más que puede esperar es que le digan “estoy leyendo lo tuyo”, como si se necesitasen meses para hacerlo. Desgraciadamente, en España está mal visto interesarse por los demás. Pero hay que seguir insistiendo. Norma elemental. Aunque el español escrito y el hablado se parecen mucho, son códigos distintos.
 
Amadeu Solà Gardell (Tréveris, Alemania) me confirma la historia de Dracón. “Una vez le preguntaron a Dracón por qué había establecido la pena de muerte para casi todos los delitos. Dracón respondió que los delitos pequeños merecían la pena de muerte y que no había encontrado una pena mayor para los delitos más grandes”. Añado que los draconianos de nuestros tiempos son los terroristas.

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