Cuando se critica la pérdida de votos y, por tanto, de influencia política del PP en Cataluña si comparamos la actual época de Piqué con la más boyante de Vidal Quadras (defenestrado por Aznar –conviene recordarlo– para agradar a Pujol en una de las decisiones más catastróficas de su Presidencia), suele argumentarse que en el PPC deben caber votantes y militantes de una “sensibilidad” cercana al “nacionalismo moderado”, que es lo que representa Josep Piqué y, de forma mucho más radical o más desvergonzada, su “número dos” Francesc Vendrell. Pero estos dos dizque conceptos, “sensibilidad” y “nacionalismo moderado”, están absolutamente desmentidos por la realidad y son sólo una muestra de la patología ideológica que aflige a la derecha española, especialmente madrileña, desde la Transición. Eso de las “sensibilidades” es una mamarrachada del PSOE que hoy sólo sirve para ocultar contradicciones insolubles entre separatistas y españolistas. En cuanto al “nacionalismo moderado”, no tiene un solo partido, ni un solo caso, ni una sola trayectoria duradera en este cuarto de siglo que lo avalen. Ni el PNV ni CiU han demostrado jamás moderación en el ejercicio del Poder ni en su “pedagogía del odio” contra España, incluida la parte de Cataluña que es y se siente española. Lo único que han hecho es negociar lo que no podían imponer. Y hoy constituyen el grueso de una doble estrategia separatista cuyas puntas de lanza son la ETA y ERC, los socios de Perpiñán.
Pero esto de que el PP debe albergar en su seno al “nacionalismo moderado” de Cataluña (identificado con CiU, pero que no se aplica al PNV en el País Vasco pese a que su comportamiento es muy similar, o al BNG o a CC) forma parte de esa siniestra superchería ideológica denominada centrismo, que, además del simple oportunismo del trepa-carca o carca-trepa de los complejos de nuestra Derecha política, desde el ex-falangista Suárez hasta los aznaristas egipcios y los rajoyistas de cátedra. Incluso dentro del PP, formidable construcción política del grupo de Aznar (Rajoy incluido) que organizó a todo el centro derecha en torno a la idea de España y al liberalismo, ese centrismo traducido en debilidad ideológica suele transmitirse a toda la nación desde la propia dirección central, quizás por la sempiterna asesoría de un teórico del tocomocho como Pedro Arriola, otra incomprensible debilidad de Aznar durante su fructífera Presidencia que continúa influyendo de forma nefasta en el actual mandato de Rajoy.