Debo insistir en una de las ideas cardinales de estas páginas. La cuestión de la Lengua no se reduce a escribir bien, a coordinar palabras y frases (sintaxis). O por lo menos, no hay una única solución a ese problema. Caben distintas versiones para las palabras o las frases. La escritura no solo tiene que ser formalmente correcta sino precisa. Ahora está de moda una Literatura que se ajusta a las reglas sintácticas, pero que parece escrita en medio de una vaporosa alucinación. Bien están las vacilaciones personales al escribir, pero hay que saber lo que las cosas son. Por fortuna, veo a los libertarios preocupados por el significado preciso de las palabras.
José Enrique Florencio Domínguez (sevillano residente en Chile) entiende que no resulta afectado llamar almuerzo a la comida principal del mediodía. Según su experiencia así se llama en muchas partes de Andalucía, Canarias o Hispanoamérica. Concedido. Pero en ese caso aceptemos que almuerzo puede significar varias cosas: el desayuno, el tentempié de media mañana y la comida principal del mediodía, realmente en España hacia las dos o las tres de la tarde. No importa esa aparente confusión. Es una gran riqueza. De todas formas, a mí, como castellano, no se me despega el origen de almuerzo, que es “dar un muerdo”, es decir, algo leve. Por ejemplo, una rebanada de pan con un pedazo de tocino o de jamón. Bueno, lo del tocino ha desaparecido, lamentablemente. Claro que, ahora con la tele y las prisas, muchas comidas y cenas consisten en un único plato, digamos, un muerdo algo más ilustrado. En el Quijote se contiene un pasaje gozoso en el que el caballero y el escudero dan buena cuenta de una “fiambrera” que habían quitado a unos extraños clérigos. “… Y tendidos sobre la verde yerba, con la salsa de su hambre, almorzaron, comieron, merendaron y cenaron a un mesmo punto…” (I, 19). Es lástima que ya no sepamos a qué sabe la salsa de nuestra hambre.
Jerónimo acusa una manía reciente, la de llamar al cónyuge (marido, muejor, compañero, compañera, etc.) como “pareja”. Tampoco está tan mal, hombre. Como es sabido, pareja viene de pariculus, diminutivo de par, que significa “igual”. Luego mi “pareja” vendría a ser, etimológicamente, mi “igualita”. Resulta hasta cariñoso. El diccionario oficial nos dice que pareja es el conjunto de personas, animales o cosas que tienen entre sí algún rasgo semejante. Pero también es pareja cada una de esas personas, animales o cosas consideradas en relación a la otra. No va a decir uno, en el habla coloquial, que su marido o mujer es su cónyuge. Entre otras cosas porque cónyuge (no cónyugue como a veces dice el pueblo) es la persona que comparte el yugo con el sujeto. Los castizos madrileños decían “mi hombre” y “mi parienta”, lo que no está nada mal. Claro que lo más castizo es referirse al marido o a la mujer como “aquí”. En castellano clásico se decía “oíslo” (por “¿oíslo marido?”, que por lo visto no escuchaba mucho). Por influencia de las películas y la televisión, ahora se recurre mucho a lo de “mi esposo” y “mi esposa”, que en el español de la calle suena un tanto afectado. Lo más cursi es lo de “mi compañero” o “mi compañera”, que decían los progres, por mucho que etimológicamente sea muy bonito. Lo de “mi señora” (sin equivalente masculino) queda un poco redicho. Pero, como puede verse, hay suficientes opciones para todos los gustos.
Miguel Jaureguízar detecta un desliz muy común en la parla de los medios: el abuso de climatología. Por ejemplo, cuando un encuentro deportivo se suspende “por razones climatológicas”. Razona don Miguel: “En su lugar debería decirse, con propiedad, que la suspensión se debe a las condiciones meteorológicas, que sí hacen referencia a un meteoro o fenómeno atmosférico concreto, independientemente del clima del lugar”. Tiene razón. Añado que lo peor es decir “condiciones metereológicas”. La palabra es meteoro (= más allá del cielo, de las nubes), no metéreo, que no existe. Sería conveniente distinguir lo que los diccionarios no precisan muy bien:
meteoro: Alteración ocasional de la atmósfera (lluvia, viento, nieve, etc.)
atmósfera: (= esfera de aire). Capa de aire y de vapor de agua que rodea la Tierra.
clima: (=inclinación). Conjunto de condiciones atmosféricas de una región, determinadas por la distancia al Polo y la inclinación de la Tierra (invierno o verano), entre otras circunstancias (altitud, corrientes marinas, masa de agua, etc.).
En cuanto añadimos el sufijo –logía, estamos ante una ciencia: Meteorología, Climatología. Así pues, lo normal es que los encuentros deportivos se suspendan por las condiciones climáticas, atmosféricas o meteóricas, no climatológicas ni meteorológicas. Pero que si quieres arroz, Catalina.
Aun así, cabe aceptar alguna vez lo de “climatología”, en lugar de clima o meteoro, como una figura retórica que tiene su gracia. Sería una especie de sinécdoque o de hipérbole, no sé. Es algo así como describir a una mujer despampanante como “una perfecta anatomía”. Ese tipo de tropos se pueden deslizar alguna vez, pero cansa que se utilicen siempre, por pereza o impericia.