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Juan Carlos Girauta

La balanza invisible

La balanza es la aceptación final de que hay un conflicto, de que hay que ceder, dialogar en pie de igualdad, parejamente legitimados

Nos hemos acostumbrado a tantas cosas que ya nadie reacciona cuando Rodríguez le pone a Ibarretxe una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en el platillo de la balanza invisible. Ha muchos meses que el presidente del gobierno descubrió un atajo hacia la equidistancia: abominar del espíritu de ciertas leyes (como la de partidos) mientras se defiende su existencia nominal. Ni derogarlas ni cumplirlas.
 
El problema no estriba en los escenarios con los que sueña el lehendakari. Todo el mundo tiene derecho a soñar. Del mismo modo que Philip K. Dick se preguntó ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? dando pie a Blade Runner, podríamos nosotros preguntarnos si sueña el PNV con vascos replicantes. ¿Sueña Ibarretxe con un país de súbditos? ¿Puede alguien soñar, a estas alturas, con reconducir el nacionalismo a la lealtad y a la racionalidad?
 
Ni las habilidades camaleónicas de Rodríguez, que ya no engañan a Rajoy (No sé para qué me ha llamado) ni los sueños de Ibarretxe (una Heuskal Herría de Piranesi) presentan especial gravedad. Lo grave es que a nadie escandalice la balanza invisible, el instrumento ideal que sostiene las dos banderas a la puerta de la Moncloa, el que permite compensar un peso –la amenaza que sojuzga a los libres– con otro: un surtido de ilegalidades, abusos y renuncias.
 
La balanza es la aceptación final de que hay un conflicto, de que hay que ceder, dialogar en pie de igualdad, parejamente legitimados. En Palacio lo harán representantes legítimos del pueblo, jefes de dos ejecutivos, pero uno de ellos, ay, ha pedido antesseñales de distensiónpara avanzar en elproceso de pacificación. Reclama beneficios y ventajas para unos terroristas que irán dejando de serlo, ya lo verán, en la percepción general. Si la balanza ha impuesto su fuerza simbólica por encima de las valientes asociaciones –hoy a la greña por razones baladíes que ocultan discrepancias estratégicas–; si el cansancio ha podido con el principal activo moral de la política antiterrorista de la era Aznar; si uno de los dos grandes partidos en los que ETA se cebó ha tendido al verdugo una mano que no es suya sino de la nación, la mano de las Cortes, la del pueblo soberano; si algunos jueces y casi todos los fiscales se apresuran a adecuarse a la nueva atmósfera; si todo eso ha ocurrido, no es extraño que a nadie queden fuerzas para señalar con el dedo la foto del encuentro y denunciar la balanza invisible. En esas cosas se intuye que vamos a perder. Y eso que la guerra estuvo ganada hasta marzo del año pasado. Hasta el día 11 o 14, ahora mismo no me acuerdo.

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