El desacuerdo –estruendoso en todos sus términos– era previsible en cualquier guión escrito. Lo que no parecía tan fácil es que esa ruptura se escenificara sin ningún margen para la duda. Y así se ha hecho. Cuarta reunión entre Zapatero y Rajoy, y ya veremos sí será la última. Ya no es una cuestión de preocupación o de acuerdo. El gran problema que se ha certificado es que el Gobierno y la oposición caminan por dos trayectos radicalmente diferentes.
Esa diversidad de objetivos se podría interpretar como una cuestión estratégica. Pero desgraciadamente la realidad es muy diferente. A nadie se le oculta que la situación política del actual Gobierno es altamente complicada. Con una exigua minoría parlamentaria, hipotecado por los nacionalistas, a remolque del tripartito catalán Zapatero se presenta en el ecuador de la legislatura sin dirección, sin norte, sin orden y sin concierto. Y así es difícil gobernar y gestionar.
El "cantado" desencuentro entre Zapatero y Rajoy nos deja la imagen de un presidente del Gobierno que ha perdido el control de la situación. Hasta ahora el jefe del Ejecutivo pensaba que con un poco de suerte y un poco de imagen solucionaba los problemas; además sí las cosas se ponían feas echaba la culpa al PP y punto. Los meses pasan y las estrategias desaparecen. Zapatero se ha encontrado, de golpe y porrazo, desarmado y sin capacidad de reacción. De pronto –no es casualidad– lo que era un mundo feliz se ha convertido en un torbellino permanente; con el agravante de que no se perciben soluciones en el horizonte.
Cada día que pasa se hace más evidente que Zapatero ya ha tocado fondo. Sin solución para los problemas, busca fotografías que ya no le resultan tonificantes. Hace unos meses quizá una imagen con Rajoy le hubiera servido para vender el carácter dialogante del Gobierno. Ahora cuando ya se ha demostrado que el diálogo es un "bluf", muestra el lado más radical e intransigente.
La realidad es que a Zapatero se le acumulan los problemas encima de la mesa. Antes aunque no los afrontaba ofrecía gestos de frescura. Ahora ya ni eso. Estamos ante un presidente del Gobierno sin imaginación y sin resortes; al pairo del Gobierno catalán y "vendido" en el País Vasco. Estamos ante una situación terminal, que nos llega mucho antes de lo previsto. La pregunta es saber como va a reaccionar el propio Zapatero. En una situación así, surge el peligro por todas partes. Las reacciones se hacen incontrolables.