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Victor D. Hanson

Nuevamente, la estrategia correcta

Ariel Sharon se va con un: “Hasta la vista, Gaza. Y cuidadito con lo que pidas de deseo”

“Táctico brillante, estratega desastroso”. Eso es lo que se dice del viejo bulldozer Ariel Sharon. Pero esa valoración debe hacerse justamente al revés.

La visión estratégica de Sharon siempre ha demostrado ser más impresionante que sus caóticas operaciones tácticas. Por ahora, tengamos eso en mente, aunque nos parezca ver a los israelíes divididos y gritándose mientras que los palestinos se ven unidos y vanagloriándose por haber echado a los sionistas.
 
También el contraataque del general Sharon a través del Canal de Suez en octubre de 1973 durante la Guerra del Yom Kippur se juzgó como temerario, por su indiferencia con la logística y las líneas de comunicación. Su ejército, que en 1982 invadió el Líbano, demostró ser tácticamente poco estricto, permitiendo a las milicias cristianas aliadas que cometiesen atrocidades.

Pero ¿cómo piensa Sharon a largo plazo? Eso es otra historia completamente distinta. Atrapar al Tercer Ejército Egipcio en el Sinaí y después mostrar al mundo que el mismísimo Cairo estaba indefenso y en la trayectoria de una división armada israelí fue una obra maestra de estrategia con el objetivo de terminar la guerra de 1973 indiscutiblemente a favor de Israel.

La marcha al Líbano forzó a salir de Oriente Medio a Yaser Arafat por una década, y podría haber quedado desprestigiado para siempre como un terrorista vencido si terceras partes no lo hubiesen acompañado a Túnez o si no lo hubiesen traído de vuelta con los Acuerdos de Oslo.
 
Sharon siempre ha sido un pensador estratégico, y ahora estamos siendo testigos de su habitual clarividencia con el controversial éxodo de Gaza.

Los militares israelíes están diseñando fronteras defendibles, algo no muy diferente de la vieja decisión romana de quedarse en su propio lado de los ríos Rin y Danubio. En la cabeza de Sharon ya no tenía lógica el tener que enviar periódicamente miles de soldados a Gaza para proteger fuera de casa a menos de 10.000 civiles israelíes, cuando había una bomba de tiempo demográfica con poquísimos judíos haciendo tic-tac dentro del propio Israel.
 
Pero Gaza en sí misma es sólo un trozo del muchísimo más amplio mosaico estratégico. Los israelíes también meten presión con lo del muro fronterizo, que en gran parte logrará que se acaben los atentados suicidas. La barrera garantizará a los palestinos eso que tanto reclaman pero que quizá también temen: su propio Estado aislado, que ahora deben gobernar por sí mismos o dejar que el mundo vea cómo se convierten en algo así como el Afganistán de los talibanes.

Una vez fuera de Gaza, y con secciones valladas de Cisjordania consideradas vitales para su seguridad cerca de Jerusalén, Sharon puede aguardar el momento oportuno, hasta que emerja un Gobierno palestino responsable que pueda ser un interlocutor serio.
 
Ya después cualquier desacuerdo acerca de las tierras en disputa puede ser relegado al estatus de Tíbet, el norte de Chipre, Cachemira o las islas Sajalín y las Kuriles, todos ellos territorios “disputados” de la posguerra que no provocan la suficiente atención en el mundo musulmán, Europa o la ONU.
 
Palestina como Estado soberano en vez de territorio perpetuamente “ocupado” también heredará la responsabilidad que tienen todas las naciones serias de vigilar a los suyos. De modo que cuando Hamas y compañía acosen con sus asesinatos –lo más probable es que sean ataques con misiles por encima del muro– lo estarán haciendo como representantes de la nueva nación palestina.
 
Como respuesta, Israel puede contraatacar al agresor sin preocuparse por la respuesta que sufrirían unos asentamientos israelíes aislados y vulnerables.
 
Por eso la política escogida por Sharon, que es la retirada de Gaza, se torna en un crucial primer paso para que la lucha se transforme de guerra asimétrica contra el terror en un punto muerto convencional entre determinados estados soberanos. Y eso sólo puede ser útil a un Israel militarmente superior.

Políticamente, Gaza es una buena jugada. Si el otrora Sharon derechista puede amarrar a sus propios fanáticos, el mundo se preguntará por qué el primer ministro Mahmud Abbas no puede amordazar a Hamas y a Hezbolá.
 
Por ahora, escuchando su espeluznante retórica, las milicias palestinas han proclamado que Gaza es el primer paso hacia la destrucción final del Estado de Israel. Pero, una vez más, eso sólo juega a favor de la queja israelí de que la retirada es vista por los palestinos como algo manipulable, en lugar de una oportunidad para crear una sociedad justa.
 
Mientras que probablemente no hay un solo judío en la nueva nación palestina, sí hay más de un millón de árabes dentro de Israel. Y mucho más peregrino aún es el hecho de que haya más de 100.000 ilegales extranjeros que han dejado tierras árabes para vivir en la “entidad sionista”. Los árabes políticamente correctos ni siquiera utilizarán la palabra “Israel” en su léxico, pero sin embargo decenas de miles de árabes parecen querer estar dentro.
 
En un mundo recíproco, ¿por qué que los judíos no se podían quedar en Gaza como residentes extranjeros, determinando sus derechos de propiedad con el nuevo Gobierno y obedeciendo en libertad las leyes y el protocolo palestinos? Sharon nos recuerda que, a diferencia de los árabes que viven dentro de Israel, los judíos serían sometidos a la limpieza étnica en cuestión de horas, de la misma manera que casi un millón de judíos fueron expulsados de Bagdad, El Cairo, Damasco y Trípoli en las décadas siguientes a 1947.
 
La retirada de Gaza trae una claridad moral muy necesaria a una confusa crisis. Hasta este momento los palestinos han contado con apoyo extranjero usando el miedo al terrorismo, su influencia con productores de petróleo, su tácito antisemitismo y su cuidadosamente diseñado estatus de víctima, armonizado con sus avispados fanáticos antioccidentales. Pero ahora tendrán que arreglárselas solos cada vez más, y por lo que se está viendo puede que sea el fin de la romántica imagen del perpetuo oprimido.
 
Así es que Ariel Sharon se va con un: “Hasta la vista, Gaza. Y cuidadito con lo que pidas de deseo”.

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