José Bono, ministro volador de amplitud mediática reconocida y reconocible, comparecerá este miércoles ante la comisión de defensa del Congreso, convocada extraordinariamente a tal fin, para dar cuenta de lo que sucedió con el Cougar del Ejército de Tierra siniestrado en Herat. Pero para explicar la pérdida de nuestros 17 soldados, dos helicópteros y varios heridos, se requiere más que un relato de lo que ocurrió. Para entender la situación quizá sea incluso más importante saber que es lo que no ocurrió.
Por ejemplo, sabremos por boca del ministro de defensa que los dos aparatos siniestrados contaban con todos los permisos reglamentarios y que, en contra de lo que dicen muchos expertos, incluidos militares, lejos de ser un transporte poco adecuado para la misión, se trata del mejor aparato para la misma. Tal vez Bono, en un ataque de humildad añada que no sólo es el mejor, sino que es el único que puede enviar su ministerio tras aprobar sus estrictas reglas de vuelo. Lo que no podrá explicar es por qué es el contingente español, España, el único que recurre a helicópteros de transporte mediano, como el Cougar, en Afganistán, mientras que el resto de aliados en la ISAF emplea otros modelos de mayor envergadura, empuje y capacidad. Y no es porque no disponga de Cougar en sus inventarios. ¿Cuál es el verdadero por qué de esta singularidad hispana?
El ministro Bono también detallará prolijamente, como le caracteriza, todos los sistemas que incorporaban los helicópteros, desde bengalas antimisiles hasta chaffs o señuelos. Puede que admita, tal vez, que no disponían de sistemas reductores de gases ni de un radar de alerta frente ataques de misil. Y puede que, cínicamente, lo achaque a las carencias presupuestarias de su departamento. Lo que no dirá es que no llevan esos sistemas de detección de ataques porque el Cougar no está pensado para sobrevolar territorio hostil. Ni tampoco podrá explicar por qué, de su puño y letra, va a adquirir, si los americanos le dejan, unos misiles de crucero Tomahawk, de largo alcance, para embarcarlos en los submarinos, unos sistemas que no cuadran para nada con su política de defensa, y, sin embargo, es incapaz de destinar unas perrillas de nada a la instalación de los sistemas adecuados de autoprotección de todos aquellos que se están jugando la vida de verdad en misiones en el extranjero. ¿Por qué esa cicatería?
El ministro Bono ensalzará la labor de los hombres y mujeres desplegados allende nuestras fronteras en defensa del ansia infinita de paz de su jefe Rodríguez Zapatero. Pero no explicará, a buen seguro, como suele hacerse de manera inmediata tras un accidente, la intachable hoja de servicios de los pilotos fallecidos o involucrados en el siniestro. ¿Será que no puede justificar que no se les dio el entrenamiento oportuno y adecuado para poder cumplir con éxito su misión? ¿Cuántas horas de vuelo en ese tipo de aparatos tenían en sus espaldas y cuántas horas de entrenamiento habían realizado últimamente? Y eso sí tiene que ver con la escasez de los presupuestos de defensa destinados al mantenimiento de la operatividad de las unidades.
El ministro Bono dirá rotundamente que nuestro contingente está al servicio de la ISAF, bajo mando OTAN, al amparo de una resolución de la ONU, para contribuir a la seguridad del proceso electoral. Puede que diga también que eso vale para lo que es el refuerzo aprobado hace dos meses por el Congreso de Diputados, pero callará que el resto de militares españoles antes se dedicaban a otra cosa y podrían seguir dedicándose a otra cosa ahora y cuando acabe el proceso electoral. La verdad es que nuestro despliegue supera el marco electoral, porque lo antecede y porque no se acaba con él. Bono no lo dirá, pero debería explicar por qué están tan contento con él en el Pentágono en lo tocante a Afganistán y también por qué, tras reunirse con su homólogo americano, cambió la postura de su departamento en lo que tiene que ver con la fusión de los dos mandos de las operaciones que hoy se solapan en Afganistán, la ISAF y la Enduring Freedom.