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Pablo Molina

Concesiones sin concesiones

conviene que los Lewinsky de la secta vayan aprendiendo algo tan sencillo que incluso ellos, con algo de esfuerzo, podrán intelectualizar: Con nosotros, la estupidez del “corramos que viene la extrema derecha”, no funciona

«No hay cojones en este país a negarme a mí una televisión»; la frase sirvió para esmaltar toda una época de nuestra historia reciente pues, efectivamente, no los hubo. Lo que nadie supo interpretar hasta la semana pasada es que la amenaza incluía también la negativa a que se concedieran televisiones a los demás. Los resultados del concurso de frecuencias de televisión digital terrestre a diversos operadores en la Comunidad de Madrid han acotado finalmente su dimensión exacta, para que los que se atreven a competir legítimamente con el Imperio sepan que éste, siempre contraataca.
 
Es de un interés casi antropológico comprobar cómo en el interior de la secta hay resortes que saltan como reflejos nerviosos. Uno de ellos, el más excitable, es el que afecta a las noticias en las que se intuye una amenaza a los negocios del patrón, que hasta la fecha se desenvolvían en un agradable entorno de monopolio, aunque muy progresista, eso sí. Saltadas las alarmas, los galeotes de las naves del Imperio compiten en fiereza para defender el bolsillo del jefe. En la página web de la principal cadena de radio, por ejemplo, algún becario con ganas de prosperar ha acusado a esta publicación electrónica, orgullo de quienes en ella escribimos, de estar muy cerca de la extrema derecha. El argumento tiene su guasa, viniendo de una empresa patroneada, dirigida y «aconsejada» por gente que no viene precisamente del comunismo revolucionario. Pero más allá de este patinazo freudiano, conviene que los Lewinsky de la secta vayan aprendiendo algo tan sencillo que incluso ellos, con algo de esfuerzo, podrán intelectualizar: Con nosotros, la estupidez del “corramos que viene la extrema derecha”, no funciona. Punto.
 
Ni la presidenta de la Comunidad de Madrid ni los mil siete accionistas de Libertad Digital, S.A., necesitan que un insignificante columnista les defienda pues, además, no hay nada de qué acusarles salvo de que PRISA no ha obtenido una licencia, “por cojones”, que es el procedimiento administrativo preferido en la casa. El vocero de turno en el partido político del holding multimedia (“A Polanco servir hasta morir”), no ha sido capaz tampoco de denunciar ni una irregularidad en el procedimiento de adjudicación, una muestra más de la importancia que el progresismo concede a los detalles del derecho.
 
Conviene pues que todos vayan acostumbrándose a convivir en un entorno de legítima competencia, al menos en lo que toca a la Comunidad de Madrid. El resto de operadores ha tenido muchos años para hacer una televisión digna y acorde con los sentimientos mayoritarios de la gente normal, para los que la libertad del individuo, el respeto a la familia y a una moral tradicional ampliamente compartida, son algo bien distinto a los espantajos con los que las hordas de progreso insultan diariamente la inteligencia de sus espectadores. Ahora nos toca también a los demás, pues en eso consiste el pluralismo informativo. Por otra parte, si ellos son el epítome del buen gusto y el progreso ¿A quién tienen miedo? Nos vamos a divertir, ya lo verán.

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