El público no hacía más que gritar "¡Tongo, tongo, tongo!", mientras Walcott apartaba como podía a Clay de Liston, temeroso de que jugara al fútbol con la cabeza de su rival. Walcott no le contó el K.O. a Liston porque, según afirmaría luego, Clay simplemente no le dejó. Y los periodistas persiguieron durante años a Francis McDonough, el cronometrador de caídas, que acusó de todo lo sucedido al "desgraciado ese de Clay. Yo puse en marcha el cronómetro cuando Liston tocó la lona, y lo mantuve hasta que vi que marcaba doce segundos y lo paré. Cuando se me acercó el árbitro, le dije que había parado el cronómetro a los doce segundos y que Liston en aquel momento ya llevaba en la lona por lo menos veinte segundos".
Aunque Liston se puso en pie. Walcott le limpió los guantes y se reanudó la pelea. Clay empezó a golpear buscando el K.O. inmediato, pero Nat Fleischer, redactor jefe de la revista "Ring", no hacía más que gritarle a Walcott que la pelea se había terminado. El árbitro, que se había situado en el borde del ring precisamente para oir bien entre tanto barullo lo que tuviera que decirle el decano de la prensa boxística, regresó bien informado junto a los púgiles y paró la pelea. "Se ha terminado", les dijo, y declaró vencedor a Cassius Clay. Liston adujo que había permanecido más tiempo del debido en la lona porque Clay seguía ahí, acechándole, pero todos los especialistas coinciden en que si la pelea se hubiera alargado más tiempo Liston habría caído igualmente. "Sonny no habría sido capaz de acertarle en el culo con un remo de canoa", dijo irónicamente Jerry Izenberg, del "Star Ledger" de Newark. Russell Baker escribió en su columna que la pelea había "hecho por el boxeo lo que París por la moda femenina: que el público pague una fortuna por el encanto de salir estafado".