Todo era previsible. España, otra vez, un país portátil. Pequeño estaribel de un destino trágico. Un juguete para rufianes. El ciudadano parece estar fuera de juego. Ha muerto un hombre en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas del Mar. La familia está rota. Indignada. Las bases del Instituto Armado, o sea, todos y cada uno de los guardias que lo componen, consternados por el suceso. ¿Difícil saber lo qué pasó? Sí y no. Todo depende del funcionamiento de las instituciones y, por supuesto, de las personas. Y de las circunstancias, que al principio parecen haber quedado anuladas por el trágico desenlace... La muerte puede con la vida. El problema del mal es infranqueable.
La alarma cunde por todas partes. Todos queremos saber qué ha sucedido. Todos queremos creer a quienes hemos cedido la capacidad de usar legítimamente la fuerza. Todos miramos hacia los gobernantes y los jueces. Pero, nada. O peor, lo de siempre. Unos embisten contra otros. Nadie se priva de arremeter. La sobriedad de conducta no existe ante la muerte. Muchos quisieran desaparecer. Imposible. Extraño el comportamiento de la juez que le ha tocado el caso. Tan crudo cree tenerlo que simula tranquilidad. Parece haber olvidado que sólo por ser juez ya tiene independencia de criterio, pero termina criticando la falta de medios de su juzgado. No funcionan ni la máquina de fotocopias. ¡Pobrecita! Unos la alabarán por aprovechar la ocasión para decir lo mal que está el cuerpo de jueces y fiscales, pero, otros, más realistas y profesionales, dirán que a cuento de qué viene ahora esta crítica. ¡Tengamos Fe en la Justicia! En España eso sería tanto como una esperanza trágica. La paz mundial sería más plausible que esa esperanza.
¿Y del Gobierno qué decir? Que eludirá sus responsabilidades. Alonso ya ha ordenado una investigación sobre otras muertes, durante los gobiernos de Aznar, en cuarteles de la Guardia Civil. ¡Cuánta miseria! Quisieron mirar para otro lado, pero la cosa va con ellos muy en serio. Por desgracia, la comparecencia tardía del ministro del Interior era previsible. Justificar una gestión desastrosa que pasó de la minimización del hecho hasta negar la presunción de inocencia, pasando por declaraciones contradictorias y exculpatorias de los actores implicados en la clarificación de los hechos. Los políticos socialistas siempre miran para otro lado cuando las cosas vienen torcidas. Escondidos en sus nichos, callan como Bono. Otros, como Alonso, comparecen tarde y mal para encubrir su mala gestión de un asunto muy grave. Sobre la relación entre el director general de la Guardia Civil y el ministro del Interior lo mejor que puede decirse es que uno de los dos debería dimitir. Los dos no pueden decir dos cosas diferente al mismo tiempo y ser verdad. Alonso no puede descargar toda su responsabilidad en un teniente, pero Gómez Arruche tampoco puede mantener que la conducta de éste es intachable.
Ha comparecido el ministro, sí, pero todo era previsible. Habría que alzar la voz. Escucho al ministro y trato de poner orden a una condición que no lo tiene. España desgobernada por los socialistas es un caos. Sin límite de tiempo comenzó la intervención del ministro. Comparece a petición propia para explicar la muerte de un ciudadano, Juan Martínez Galdeano, en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas del Mar (Almería), pero, después de su intervención, todo parece más oscuro...