Se lo escuché hace veinticinco años al gran Javier Cugat. Fue cuando se supo llegado a esa edad en la que un hombre ya puede decir lo que piensa impunemente. El caso es que acababa de retornar a Barcelona para citarse con la muerte en la mejor suite del Ritz. Allí la esperaría escoltado día y noche por tres enfermeras que ríase usted de las majorettes que se gastan en Corporación Dermoestética. Bien, pues aquel día, harto de responder a las tonterías sobre política regional con las que lo estaba aburriendo un plumilla doméstico, sentenció tajante: Sóc català. Sempre estic amb els que manen (soy catalán. Siempre estoy con los que mandan).
Si lo recuerdo ahora, debe ser porque la cara de perplejidad que dibujó entonces cierto adolescente aprendiz de progre, se parecía bastante a la que he vuelto a poner hoy, ojeando el artículo dominical de Franco (Antonio) en su Periódico de Cataluña. Y es que el director del Boletín Oficial del Tripartito me acaba de estampar su firma en una receta que prescribe ni más ni menos que un botellón de cicuta para Maragall. Como lo leen: Franco desea que su protector se inmole, y se lo recomienda con el más faltón alarde de negritas y cursivas que se recuerda en la plaza. Ilustra esa lección magistral de lealtad una foto del aconsejado tan manifiestamente mejorable que uno ha de recalar en ella tres veces para no tomarla por la ficha policial del Tunecino. ¡Cría cuervos!
Mas que nadie pierda un segundo de su existencia buscando las claves para desfacer este entuerto fraternal ni en Maquiavelo, ni en Clausevitz, ni en Lenin, ni en Chateaubriand; ni mucho menos en Bob Dylan. Porque la respuesta tampoco está en el viento. ¿Dónde, entonces?, se preguntará el lector. En Casa Nostra, naturalmente. Claro, hombre, claro, en Javier Cugat. “Soy catalán…” El sexto sentido de la tropa periodística catalana para olfatear quién manda de verdad en cada momento, es una de esas maravillas de la Naturaleza a la que pronto dedicará un monográfico el National Geographic. De ahí que no debamos extrañarnos de lo suscrito por Franco, ni de que, el mismo día, el director del Avui, un libelo propiedad de la Generalitat, tolere que en sus páginas de opinión se siga haciendo chanza con las supuestas adicciones del President.