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Amando de Miguel

Viejas y nuevas palabras

Waldo Sánchez-Yebra Romera ofrece una traducción de bypass: “derivación”. No está mal. Incorporada queda. No debe confundirse con una palabra muy de moda: “deriva”, como equivalente de “rumbo”, pero un poco perdido o impensado. Don Waldo me llama la atención sobre el “presente periodístico”, que es la manía de los medios al preferir el tiempo presente, aunque sea para hechos del pasado. Añado que es también una manía de los historiadores: “Tutankamón muere prematuramente”… hace unos miles de años.
 
Luis Lebredo vuelve sobre lo de los emoticones. Sostiene que, en todo caso, tendría que ser emociconos. Tampoco me hace muy feliz. Es sabido lo poco emotivos que me resultan los dichosos iconos. No estoy dispuesto a prescindir del invento más colosal de la Historia, cual es el del alfabeto. Por eso soy tan torpe con el mando a distancia, donde todas las teclas tienen su icono.
 
Eduardo García (Barcelona) comenta esa moda reciente de los autobuses turísticos sin techumbre que se utilizan para homenajear a los deportistas triunfadores. Se queja de que se designen como “autobuses descapotables”. Si bien se mira, no hay tal capota. Don Eduardo propone “autobuses descubiertos”. Razón tiene.
 
Legaspi razona sobre la insensatez del nuevo terminacho: homófobo. Homo = igual. Fobo = odio. ¿Odio a los iguales? Estoy con él. En todo caso, tendría que se el término opuesto: heterófobo (= odio a los diferentes), pues quiere etiquetar el desprecio a la minoría de homosexuales. Por cierto, eliminado el obstáculo legal que les impedía casarse y adoptar niños, ¿dónde están esos cientos de miles de parejas homosexuales dispuestos a adoptar niños? Si desean ser iguales que el resto ¿por qué se comportan de modo tan estrafalario y exhibicionista? ¿Por qué son tan raritos?
 
Agustín Parra necesita una palabra opuesta a xenofobia (= odio a lo foráneo). Propone endofobia (= odio a lo propio). Me parece muy bien. Es una actitud muy característica de lo que yo llamo el “pensamiento dominante” o progresista, falsamente cosmpolita. Don Agustín precisa que ese sentimiento se relaciona “con tendencias situadas políticamente a la izquierda y en general con elevadas dosis de incultura o analfabetismo”. A mi modo de ver, la expresión más clara de la endofobia es la resistencia a pronunciar la palabra “España” y sus derivados. Para atajar ese mal se debe seguir el consejo de Ganivet, adaptado de una frase de San Agustín: Noli foras ire, in interiore Hispaniae habitat veritas. Es decir, “no te empeñes en moverte por ahí fuera, dentro de España se está muy bien”. Dicho así, más parece un eslogan del turismo interior.
 
RMM (Castellar de la Frontera, Cádiz) me cuenta que ese invento genial de la fregona en su pueblo se llama jozifa. Él mismo me aclara que es una variación de aljofifa, paño con que se limpia el suelo. El diccionario señala que algaffifa en árabe es “esponja”. Ya puestos a curiosear por el idioma, don RMM me cuenta que su profesora de alemán ─austriaca ella─ se maravilla de que llamemos “biombo” a lo que en alemán es Spanische Wand (= tabique español). El de Castellar precisa que “los primeros biombos los importamos de Filipinas en tiempos de Magallanes y los llevamos a Austria”. Bueno, Magallanes murió en las Filipinas y no pudo traer ningún biombo. Vendrían los biombos después y otras maravillas orientales (porcelana o “china”, mantón de Manila, etc.) en “el galeón de Manila”. Fueron Legazpi y Urdaneta quienes descubrieron la ruta septentrional para hacer el viaje de vuelta desde Manila hasta Acapulco por la ruta norte. Así aprovechaban las corrientes y evitaban los ataques de los corsarios portugueses e ingleses. Dice el DRAE que biombo es palabra portuguesa, adaptada del chino, que significa “protección del viento”. Mi interpretación es que el biombo es la mampara portátil que necesita una población que vive hacinada.
 
Alex de Irureta Goyena (Canadá), leyendo a Juan Manuel de Prada, se encuentra con dos palabras que usaba mucho la abuela de don Alex en Manila: paipay y salacot. Todos los españoles han hecho suyas esas dos voces del tagalo. Se pregunta don Alex cuántas palabras más procederán del tagalo en el español actual. Espero que alguien nos ilustre sobre ese préstamo. De momento puedo añadir que el tagalo incorpora palabras españolas, como serbesa, kabayo o asukal (= azúcar).
 
Santiago García Mazariegos razona que lo de la expresión literal de que “a los ricos les va a costar entrar en el Cielo más que a los camellos entrar por el ojo de la aguja” es una exageración buscada. Don Santiago aduce muchas frases populares, aparentemente absurdas, como “estar más perdido que un pulpo en un garaje”. Don Santiago aporta otro matiz sobre las lenguas propias de Filipinas, en este caso, el visaya. En él se emplean palabras náuticas como cabo, maroma, ancla, que los nacionales consideran suyas.
 
Sobre lo del “camello y la aguja”, Diego Fuster G. de la Riva recoge otra interpretación muy usual. La “aguja” era el portillo de la muralla, por el que difícilmente entraban los camellos. Recuerdo que esa era la interpretación que nos daban en el colegio, pero no la puedo documentar.

En Sociedad

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