Todo el artículo publicado por Zapatero en el Financial Times tras la masacre de Londres resultaba penoso. Pero había en especial un párrafo en la mejor tradición de la izquierda criminosa, “explicando” el terrorismo por un supuesto “mar de injusticia universal” que iba más allá de las idioteces habituales de la progresía multiculturalista. Era una forma de insultar a los muertos y, además, a los pobres, porque no todos los que viven bajo la injusticia se dedican a masacrar a la gente que va en Metro o en autobús.
Por otra parte, los terroristas de todo el mundo nunca suelen ser pobres sino pequeños burgueses acomodados y radicalizados, con un desprecio total por los trabajadores, a los que no vacilan en matar para “salvarlos” de la explotación burguesa. Desde Lenin y Trotski hasta Pol Pot y Abimael Guzmán, la historia del comunismo, el más letal de los terrorismos a lo largo de la historia, es una epopeya de universitarios, criminales y vagos. Proletarios, pocos, por no decir ninguno. En cuanto al terrorismo islámico actual, la mejor explicación es la vida del multimillonario Ben Laden, de una de las familias más ricas del régimen saudí cuya brutalidad doctrinal corre pareja con su vida de lujo.
El primer terrorista suicida de Londres cumple a rajatabla el modelo de terrorista occidental: dos mercedes en el garaje de su casa, buena educación, licenciatura superior, todos los caprichos, todo el afecto familiar, nacido en Leeds y ciudadano británico... ¿de qué injusticia había sido objeto Shehzad Tanweer a lo largo de su existencia, de qué humillaciones le habían hecho objeto sus conciudadanos británicos? ¿Qué miserias materiales y morales le llevaron a matar a la gente de esa manera?