Si a Rubalcaba le molesta que Aznar reciba tan amablemente en FAES a los dirigentes del Polisario, buena señal. Lo malo sería que lo aplaudiese, porque revelaría que la derecha está ayudando al zapaterismo a fletar la Alianza de Civilizaciones, ese invento del TBO que se le olvidó al profesor Franz de Copenhague. ¿Que le molesta? Bueno será. Ahora, hay que esperar que el entorno incoloro, inodoro e insípido de Rajoy no se ponga de uñas contra el antiguo Faraón y estropee el efecto irritante de lo que el malvado oficial del socialismo ex-pañol llama “diplomacia paralela”. Lo que debería molestarle es que fuera “perpendicular”, pero si las paralelas no se tocan, ¿donde está el problema? ¿Le habrá afectado finalmente la LOGSE a Rubalcaba? ¿Se le habrá torcido como su criatura al Doctor Frankenstein? Pues que le pida el antídoto a Marchesi.
No se me va de la memoria la imagen de Felipe González con cazadora en Tinduf, dándoles un mitin a los saharauis y prometiéndoles amor eterno. Era la época en que la antigua colonia española era una “ventana atlántica” sobre las Canarias muy apetecida por la URSS, cuya mano actuaba a través de Argelia. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Lo que no ha cambiado es Marruecos. La Marcha Verde hizo un apunte de reedición con la toma de Perejil, prólogo para aventuras mayores en Ceuta, Melilla y, si se tercia, las Canarias. Aznar lo cortó de raíz, Mojamé se puso como una fiera y Zapatero se fue a hacerle carantoñas a la fiera y a jorobar la política exterior de España, que por otra parte es la de siempre con respecto al Sahara, la de la ONU, que Marruecos se niega a aceptar. Zapatero llegó a fotografiarse bajo el mapa neoalmohade de Marruecos que incluye Ceuta y Melilla como aperitivo del festín andalusí. Eso sí que fue diplomacia paralela. En realidad, de no ocurrir tan abajo, habría sido alta traición.